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Escenarios conceptuales de las pioneras del psicoanálisis - Ezequiel Achilli


TRABAJOS LIBRES




Escenarios conceptuales de las pioneras del psicoanálisis[1]



Ezequiel Achilli





“Prefiero la verdad al amor”

Marie Bonaparte






En una carta a Wilhelm Fliess de 1897 Freud menciona la actividad como psicoanalista de una de sus pacientes, Emma Eckstein, más conocida por nosotros como Irma. La conocemos tan sólo por el sueño de la inyección de Irma, aunque en otros trabajos aparece sin pseudónimo. La primer psicoanalista después de Freud es mujer y está es una de las primeras llamadas a la reflexión a la hora de tratar el tema de la mujer en psicoanálisis; primero porque no es algo de lo que no hablamos habitualmente y segundo porque ese dato no es algo que haya estado escondido. Emma no era médica por lo que no participaba de las reuniones de los miércoles (iniciadas en 1902) y escribe sólo hasta 1905, pero Freud habla sobre ella  hasta Análisis terminable e interminable.

En mayo de 1907 se trata en las reuniones el tema de las mujeres en psicoanálisis. Fritz Wittels publica su prejuicioso referéndum de rechazo (de cualquier actividad científica femenina) bajo el seudónimo de Avicenna, pero en el Congreso Internacional de Psicoanálisis celebrado en 1908 en Salzburgo, participan la Dra. Sophie Erismann, Frieda Gross, esposa de Otto Gross y también Emma Goldman, quienes habían comenzado sus estudios privados con Freud en 1895. Enseguida comenzaron a concurrir a las reuniones otras mujeres[2] pero en carácter de visitantes.

Es recién en abril de 1910 cuando Paul Federn presenta a la primera candidata para ser miembro de la Sociedad Psicoanalítica de Viena (SPV). Margarethe Hilferding era filosofa, poeta, ensayista y traductora de la obra de Dante Alighieri. También forma parte de la primera camada de mujeres que estudian medicina en Viena, en la misma fecha que se publica La interpretación de los sueño. Para ingresar expone un trabajo original y seguramente hoy aceptado ampliamente; La importancia de la madre en el psiquismo infantil;

“…si aceptamos un complejo de Edipo, este se origina en la excitación sexual por vía de la madre, cuyo requisito previo es un sentimiento igualmente erótico por parte de la madre -esto nunca se había dicho y causó revolución-. Se desprende entonces, que en ciertos momentos el niño representa para la madre un objeto sexual natural;…Luego de este período, el niño debe dar paso al esposo -o talvez al próximo hermano-”. (Appignanesi, L.; Forrester, J., 1992,  p. 217)

Freud aplaude de pie este trabajo. Hilferding es la primera en hablar de la transferencia materna, mejor analizada por mujeres (según ella) y Freud respalda esta idea. Considera, además, que las madres que realmente se regocijan en la idea de tener un hijo se sienten a menudo decepcionadas cuando éste nace y no experimentan un verdadero sentimiento de amor. Desde el punto de vista de la madre, el bebé es una ilusión. Esto nos recuerda a la posterior formulación de Donald. W. Winnicott. No existe un tipo de amor maternal innato, sino algo que se desarrolla a partir del erotismo que despierta el amamantamiento.

Ya instalado el conflicto entre Adler y Freud, Hilferding sigue a Adler y esta pérdida es la que Freud más lamenta. Su especialidad era la la sexualidad femenina, y trabajaba enseñando sobre métodos anticonceptivos y educación sexual en centros de orientación infantil psicológica y en la organización de mujeres socialistas. En 1926 publica su libro de Control de la natalidad , en el que proclama la despenalizacion del aborto, con una reflexion también original, y en 1930 presenta varios trabajos en el IV Congreso de la Liga Mundial para la reforma sexual en Viena.

Si hay alguien del Círculo de Freud que conoce el averno y ha mirado tanto a la locura como a la muerte directamente a los ojos, es Sabina Spielrein. En 1911 expone ante la SPV su trabajo titulado La destrucción como causa del devenir. Todos quedan impactados con la propuesta de un instinto de destrucción. Sabina les recuerda que los gametos son destruidos en la fecundación, en la creación. Relaciona la muerte con la vida (sexualidad), sosteniendo que ambas fuerzas son primarias y complementarias. En esa reunión Freud considera que por el momento no se necesita ninguna teoría sobre un instinto (pulsión) de muerte, hasta que el concepto se instala en Más allá del Principio del Placer (1920), donde Freud menciona a Sabina como su predecesora.

Los informes acerca de tratamientos psicoanalíticos con niños son mucho más tempranos de lo que creemos, y son las mujeres quienes construyen las técnicas específicas del juego y del dibujo, entre ellas Sabina.

El germen de la obra Hermine Hug von Hellmuth, la primera en crear una técnica del dibujo y el juego, aparece en El concepto de muerte en el niño correspondiente a 1912. Considera que en los niños que se acercan a la época de “los porqués” y a la curiosidad respecto del tema de la muerte, nacen mecanismos que apuntan a su desconocimiento.  El acta de reunión del 11 de febrero de 1913 es testigo que Hellmuth expone ante el grupo su técnica de juego[3]. Habla de niveles de desarrollo en el niño; una primera etapa de “latencia”; el período de juegos (entre el primer año de edad y los seis) y lo que denomina el período de análisis propiamente dicho. Es designada coordinadora de las investigaciones acerca del psicoanálisis con niños y la sección dedicada al tema en la revista Imago. Freud comienza a nombrarla también en sus textos, como sucede con el ejemplo que utiliza en Un recuerdo de infancia en poesía y verdad (1917), sobre un recuerdo de GoetheEl niño tenía tres años que, como equivalente al juego del carretel, tiraba cosas pesadas por la ventana al saber de la existencia de un futuro hermanito.

Desde el comienzo del tratamiento Hug Hellmuth trabajaba en el hogar del niño con el fin de lograr confianza con el mismo y, así, poder comprender el conflicto nuclear; si los padres son exigentes o dejaban al niño jugar libremente… Su obra La vida psíquica del niño (1919)  y La técnica de análisis de niños (1920) son presentados en el Congreso Internacional de Psicoanálisis en La Haya, donde además expone Spielrein El origen de las palabras papá y mamá. Una consideración sobre diferentes estadios del desarrollo verbal infantil. Ambas también manifiestan sus ideas fundamentales también en otro congreso. Se encontraban entre los presentes Anna Freud y Melanie Klein.

Hellmuth es, además, la primera directora educativa del Instituto Policlínico de Viena (Ambulatorium), donde se formaban los analistas de la segunda hora. Por ese entonces escribe sobre el diario de una púber. Es acusada de haber redactado ella misma el diario. Tras el rumor, Freud solicita que se retire el libro de todas las librerías. Él intentaba aplacar cualquier tipo de escándalo con el fin de sostener la credibilidad de su ciencia, hasta que sobrevino un hecho mayor… En casi todos los textos de Hug hay sueños de un niño llamado Rudolf, también el desarrollo de sus juegos y fantasías, y Hermine ni siquiera procura cambiar el nombre. Rolf asesina a su tía Hermine.

Los analistas que se oponían al análisis con niños, los de las reuniones de los jueves, potenciaron el rumor de que Hermine era la psicoanalista de Rudolf Hug; ¿por qué debería llamarnos la atención que en aquella época atendiera a su sobrino si no tantos años antes Max Graf atendía a su propio hijo Hans? ¿No trataba psicoanliticamente Freud, durante más de cuatro años y en ese mismo tiempo, a su propia hija y ella a sus sobrinos?, ¿no lo hace Klein algunos años despues? A pesar de ya existir el concepto de transferencia, evidentemente, se desconocía su verdadero poder.

Según Anna, Hermine había expresado el deseo de hacer desaparecer la totalidad de su obra. ¿Sabía Hermine que iba a ser asesinada? ¿Cómo sabía Anna de esto?

Además de Sabina Spielrein, y su trabajo en el primer jardín de infantes de orientación psicoanalítica; El cuarto blanco de niños, entre quienes acompañaban a Hermine en los descubrimientos sobre el análisis con niños también se encuentran Eugénie Sokolnicka (quien escribe sobre la neurosis obsesiva infantil), Tatiana Rosenthal (creadora del Hogar experimental) y Ada Scott, de quienes conocemos muy poco. Por alguna extraña razón fueron varios los hechos, sobre todo los finales trágicos, lo que hizo que algunos de estos nombres desaparezcan. Este no es sólo el caso de las analistas nombradas sino también la pequeña Miss (Ada) Scott, que también era analista de niños. Pero “el caso de Hug-Hellmuth no es un caso de rechazo patriarcal de una mujer importante sino la anulación parcial de una precursora por parte de rivales femeninas”. (Appignanesi, Forrester, 1992, p. 219) Anna no la menciona y sin embargo su técnica no parece diferenciarse demasiado. Y Klein señala, en 1955, que hasta 1919 -cuando ella comienza a atender niños-, sólo practicaba este tipo de tratamientos la Dra. Hug-Hellmuth, resaltando que Hermine atendía niños mayores a seis años (cosa que no es verdad ya que, como podemos observar en el trabajo de Freud sobre Goethe, Hug presenta el tratamiento de un niño de tres años de edad).  También dice Klein, que Hug no utilizaba el juego ni el dibujo, cuando en rigor de verdad casi todos sus textos hablan del tema. El destino de las verdaderas primeras psicoanalistas de niños y el de sus textos (y hasta el de sus nombres) se han visto tachados la censura.

El prestigio de Lolja, Lou Andreas Salomé, llegaba antes que ella a todas las ciudades de Europa. Su tempranísimo artículo acerca de la feminidad como el lugar de mayor narcisismo, se titula El ser humano como mujer (1899). Lou postula, en un principio, que para una mujer el único objeto posible de amor es un hijo. El Ser de la mujer, en relación con dar vida a un nuevo Ser, es la capacidad de vislumbrar el fin y el principio, lo que luego llama el Todo (narcisismo originario) y, por tanto, el lugar de encuentro con la Nada y donde además nace la creatividad por la naturaleza de la libido masculina y femenina.

Su texto, de 1912, Sobre el culto temprano a Dios muestra a una niña que construye, crea, dialoga y luego destruye a Dios. Para ella se crea y luego se mata al objeto, pero éste conserva el enigma, y lo valioso de lo que queda de Dios es la negación. Dios, como Edipo, se va al fundamento pero deja, como el objeto transicional de Winnicott, la vitalidad. Ese mismo año C. G. Jung le escribe a Freud una carta en la que le recomienda un artículo escrito por Lou acerca de la sublimación. La creación no es objeto de un sujeto, es sujeto de un objeto que somos nosotros mismos; el narcisismo. Recordemos que para ese entonces Introducción al (del) narcisismo todavía no había sido escrito por Freud y es Lou su valida interlocutora. Discute en una de sus misivas a Freud el motivo por el que la libido se dirige al objeto, señalando que el deseo buscaría en la investidura de objeto para encontrar nuevamente la satisfacción. La libido de objeto es mudada a libido narcisista, para luego ser depositada en una nueva meta. Así, el yo facilita la sublimación, imponiéndose a sí mismo como objeto de amor. Lou critica también fuertemente la diferenciación entre narcisismo primario (constitucional) y secundario (regresivo). Insiste en la incongruencia que implica reducir el narcisismo a una especie de afirmación de la propia individualidad y esta es la razón por la que decide redactar finalmente La doble función del narcisismo” (1921). Existe amor hacia uno mismo (autoafirmación) y, al mismo tiempo, hacia el objeto, así como la planta queda adherida a la tierra a pesar de crecer en dirección opuesta, hacia la luz”. (Andreas Salomé, 1921, p, 128) Tiempo después, en 1954, Jacques Lacan desarrolla a su manera esta doble función del narcisismo que observa y describe Lou.

Es momento de Anna Freud, quien nace el mismo año que el psicoanálisis. Como Antígona, acompaña a su padre hasta el exilio, y como Cordelia, la hija menor del rey Lear, le brinda mucho más que su devoción. Su padre también la llamaba mi “único hijo verdadero”. Su artículo titulado Relación entre fantasías de flagelación y sueño diurno, con el que entra a la Sociedad, es su propio tratamiento y, por lo tanto, habla allí de las fantasías con un padre, habladas con el padre y, por la transferencia paterna, con su padre de la infancia… Al mismo tiempo, el trabajo de Freud titulado Pegan a un niño es en parte el análisis de Anna (fundamentalmente los dos últimos casos presentados).

Anna se dedica especialmente al trabajo con niños y su conocida técnica es la de Hellmuth. Pero Anna agrega que el niño tiende más a actuar que a verbalizar, por lo que hay contener la agresión y mostrar al niño lo inconsciente. Según Anna, lo que describe Melanie Klein no se es un ataque verdadero sino de un acting, por lo que no puede ser interpretado. De no ser aceptada la agresión se refuerzan las defensas y por consiguiente la resistencia.

Ernest Jones se une a Anna con fines políticos y escribe una reseña al El Yo y los mecanismos de defensa (1936). En ese texto, Anna agrega -con el aval de su padre-, algunos mecanismos relacionados con el yo. Observa que existen jóvenes que intentan “inhibir” placeres y deseos con la intelectualización (exageradas explicaciones a los hechos más comunes) y el ascetismo, muy presente en los casos de anorexia donde se obstaculiza esencialmente el acceso a la genitalidad. Todo se complejiza y se vuelve más original cuando Anna combina los mecanismos, como la proyección y la formación reactiva en lo que llama la renuncia altruista: no se trata sólo de una prohibición sexual sino de la renuncia que parte de un fin egoísta, donde lo que se repite no es la satisfacción sino la frustración por la existencia de un superyó inapelable frente a un impulso instintivo propio (agresión fundamentalmente contra la madre, envidia del pene y miedo a la muerte), y también ante los impulsos despertados con los hermanos… Otro de los mecanismos descriptos es adoptar los rasgos temidos del objeto que amenaza; Identificación con el agresor. Luego, con Dorothy Burlingham -también analizada por Freud (y por quien Freud conoce de la apasionada relación entre ella y su hija)-, desarrollan la idea de instituciones inspiradas en el psicoanálisis.
Cuando la relación con su madre llega al límite, Anna encuentra una referente materna para quien Buckingham, el principado de Grecia y Edimburgo, Monte Carlo… le parecían lugares comunes, aburridos; la princesa Marie Bonaparte. A ella le debemos gran parte de la supervivencia de la teoría del psicoanálisis, pero fundamentalmente la vida de Freud y su familia: “-No es a Freud a quien ayudo sino a la humanidad”.

Su dificultad de sentir orgasmos la condujo a la investigación médica de la sexualidad femenina, con varias cirugías en su cuerpo (“inventadas por ella”), y también al psicoanálisis. Así comienza su extenso estudio sobre la feminidad. 

En 1925 Bonaparte escribe uno de los trabajos psicoanalíticos que más me emocionaron. Se trata de la Identificación de una hija con su madre muerta. Nos cuenta, no sin arte, de su análisis con Freud, poniendo el acento en sus asociaciones sobre su feminidad y retratando a un Freud que trabajaba de manera mucho más silenciosa del que acostumbramos a leer e interviniendo especialmente sobre significantes; Blanc, nombre de la madre de Marie. Es durante ese análisis Freud que se pregunta; qué desea una mujer.

La muerte (que no tiene representación inconsciente como señala Freud) es presentada por ella como un concepto abstracto de contenido positivo, porque, como dice, se presenta como negación de la negación, brindando, por lo tanto, algún tipo de contenido.

En 1927 escribe El caso de Madame Lefèbre. Se trata del primer peritaje psicológico en un juicio de una mujer condenada a muerte por asesinar a su nuera. Bonaparte consigue que por primera vez en Francia se aplique la cadena perpetua para este delito y ya no la pena de muerte. Las entrevistas a la señora Lefèbre le permiten pensar que en el complejo de Edipo en la adultez las figuras parentales son sustituidas por los hijos.

La sexualidad de la mujer y la feminidad son los temas más importantes por ese entonces generan una bisagra teórica. Estas discusiones psicoanalíticas son contemporáneas de los primeros movimientos vieneses feministas; reformistas y conservadores. Marie Bonaparte confronta El desarrollo precoz de la sexualidad femenina de 1927 de Jones, quien considera que masculino y femenino tienen un carácter innato y natural (bilógico). El texto de Marie se titula Un pequeño acceso de cleptomanía larvada (1929) donde además despliega la relación encontrada entre la bisexualidad y la frigidez. Señala que tanto lo pasivo como lo activo se organiza desde la fase sádico-anal rearmando la genitalidad donde sólo el cariño, el amor sublimado y situado por encima de la biología sexual, permite la elaboración “final” del complejo de Edipo y la reconciliación con los padres. Para ella la mujer es mujer por sus tendencias (psicológicas) para ser madre, pero al mismo tiempo es hombre por su complejo de virilidad. Observa que por haberse “entregado” al padre algunas mujeres no podrán jamás hacerlo con otro hombre. Aquí entra a participar, ocupando para esta autora un lugar fundamental, el hermano varón, que la colabora en la salida exogámica. Llama mujeres reivindicativas a quienes reclaman la ausencia de pene asumiendo una hiperlibidinación del clítoris, y mujeres aceptatrices, “mejor adaptadas” a quienes reemplazan el deseo del pene por el de un hijo. Por otro lado también se encuentran las renunciatrices, quienes por un sentimiento de inferioridad frente al pene, abandonan toda rivalidad sexual y pasan a integrar el grupo de las “solteronas piadosas”. Hace mención a la doble mutación en la niña en la tramitación del complejo de Edipo y el objeto: pasar de la madre (primer objeto de amor) al padre, para luego asignarle al clítoris (como zona genital rectora), la facultad de ser sustituida por la vagina.

En un línea similar Joan Riviere publica Los celos como un mecanismo de defensa (1932) contra la envidia suscitada por la escena primaria y describiendo el concepto con el cual Klein (1946-57) piensa las bases del narcisismo; identificación proyectiva y envidia. Riviere también habla de la máscara de la feminidad y los seres falsos que hacen falsas transferencias. Recordemos que el creador del cuadro nosológico falso self, Winnicott, realiza su análisis con ella y Lacan adopta la metáfora de la máscara.

En 1933 Helene Deutsch llama la atención sobre diferentes formas que también llama envidia y desarrolla sus desplazamientos (entre zonas erógenas) que le permiten describir a la paranoia y a los estados maníacos depresivos, como fases agresivas proyectadas y vividas como odio externo. Esto, deriva en la escisión de las figuras parentales, que denomina buenos y malos, y en la incorporación de los mismos, con los mismos adjetivos calificativos; objetos buenos y objetos malos. Resulta extraño al leer esto, que Riviere y Deutsch no sean figuras reconocidas abiertamente por la escuela inglesa como fundadoras de ese pensamiento. ¿Tendrá esto algo que ver con la “mala” relación que Helene vivió desde el principio con Klein en la pensión en la que vivían?, ¿será porque compartían analista?... La censura aún continua.

Luego de Freud, fue una mujer. La primera psicoanalista ejerce entre 1896 y 1905. Cinco años después, ya instituido el grupo como Sociedad Psicoanalítica de Viena, ingresa la primera socia. Hacia 1918 las reuniones llegaban a los 31 miembros de los cuales 5 eran mujeres. Hacia 1937 el grupo estaba conformado por 68 miembros; casi la misma cantidad de mujeres que de varones.

La singularidad del primer grupo psicoanalítico fue el contexto para el descubrimiento tanto de la teoría como la clínica, en un escenario de equidad que no existía en otras áreas, y en el que la mujer tomó un rol científico fundamental.  




Bibliografía

  • Andreas Salomé, L. (1899): El ser humano como mujer. En Voces de Femeneidad. Junto con trabajos de Salas, Alizade y otros. Buenos Aires. 1991.
  • Andreas Salomé, L. (1958): Aprendiendo con Freud. Diario de un año, 1912-1913. Editorial Laertes. Barcelona. 1977.
  • Andreas Salomé, L. (1931-32): Mirada retrospectiva. Editorial Alianza Tres. Madrid. 1981.
  • Appignanesi, L.; Forrester, J. (1992): Las mujeres de Freud. Traducción del inglés; Carmen Bordeu. Editorial Planeta. 1996.
  • Bonaparte, M. (1925): Identificación de una hija con su madre muerta. En Revista de psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Vol. 4 n°2. Buenos Aires. 1946.
  • Bonaparte, M. (1927): El caso de Madame Lefèbre. En Revista de psicoanálisis de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) Vol. 4 n°2. Buenos Aires. 1947.
  • Bonaparte, M. (1952): La sexualidad de la mujer. Editorial Península. Barcelona. 1972.
  • Deustch, H. (1925): La psicología de la mujer en relación con la función de reproducción. En La sexualidad femenina. Editorial Escritos Polémicos. Buenos Aires. 1995.
  • Deutsch, H. (s.f-1933): La psicología de la mujer. Editorial Losada I y II. Buenos aires.1952.
  • Freud, A. (1922): Relación entre fantasías de flagelación y sueño diurno. Revista de Psicoanálisis editada por la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Vol. 4 n° 2. 1946.
  • Freud, A. (1926): Psicoanálisis del niño. Editorial Hormé. Buenos Aires. 1981.
  • Freud, A. (1947): La agresión y el desarrollo emocional, normal y patológico, en: Psicoanálisis del desarrollo del niño y del adolescente. Editorial Paidós. Buenos Aires. 1976.
  • Gay, P. (1989): Freud. Una vida de nuestro tiempo. Ediciones Paidós. Barcelona, Buenos Aires, México. 1989.
  • Hilferding, M. (1910): Las bases del amor maternal. Pinheiro, T. & Vianna, HB. São Paulo. 1991.
  • Hug-Hellmuth, H. (1913): Un estudio de la salud mental de un niño. Nerv. Ment. Dis. Washington, DC.
  • Hug-Hellmuth, H. (1921): Diario de una chica adolescente. Grete Lainer. Trad. Salvador Biedma. Editorial Paidós. Buenos Aires. 2018.
  • Riviere, J. (1929): Womanliness as a mascaraed. International Journal of Psycho-Analysis X.
  • Sokolnicka, É. (1919): L'analyse d'un cas de névrose obsessionelleRevue de Neuropsychiatrie et d'Higiène Mentale de l' Enfance, 1920.
  • Spielrein, S. (1912): Destruction as the cause of coming onto being. Journal of Analytical Psycology. 39. 155-186. 1994.46. Jahrbuch für psychoanalytische und psychopathologische Forschungen IV. Bd, 1. Hälfte S. Leipzig und Wien. 1912. 





Descriptores: Asociación Psicoanalítica Internacional, femineidad, historia del psicoanálisis, mujer.



Resumen


En una carta a Fliess, de 1897, Freud menciona la actividad como psicoanalista de Emma Eckstein, más conocida por nosotros como Irma; el sueño de la inyección de Irma. Pero es en 1910 cuando ingresa la primera socia a las reuniones de los miércoles, Margarethe Hilferding, con su trabajo; la importancia de la madre en el psiquismo. Luego se sumaron Sabina Spielrein, quien impactó con el instinto de destrucción, y, por supuesto, quienes se dedicaron al análisis de niños y crearon la verdadera primera técnica del juego y el dibujo; Hermine Hug von Hellmuth, Eugénie Sokolnicka y Tatiana Rosenthal.

Son fundamentales también los conceptos aportados por Lou Andreas Salomé, con La doble función del narcisismo, la princesa Marie Bonaparte y sus primeros estudios sobre la feminidad que acompañaron Helene Deustch, Joan Riviere, Anna Freud y varias mujeres con aportes sumamente originales.

Hacia 1937 el grupo estaba conformado por 68 miembros; casi la misma cantidad de mujeres que de varones. La singularidad del primer grupo psicoanalítico es el auténtico contexto para el descubrimiento, en un escenario de equidad que no existía en otras áreas, y en el que la mujer tomó un rol científico fundamental.




[1] Artículo publicado en Docta. Revista de psicoanálisis. Escenarios. Publicación de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba. Nº 13. Año 15. 2018.
[2] Aurelia Axter, Clara Honigsberg, Caroline Bum, Else Freiedland y Emilie Pisko.
[3] Luego escribe y publica; De los primeros recuerdos infantiles  y Cartas de niños; Amor y odio precoz y otro artículo llamado Madre-hijo, padre-hija y El psicoanálisis del niño y la pedagogía.


Hombre, mujer; feminidad, feminismo- Enrique Alba


TRABAJOS LIBRES


Hombre, mujer; feminidad, feminismo.
Freud, una perspectiva sobre la bisexualidad

Enrique Alba
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La feminidad.

Freud, si bien parece querer considerar en principio feminidad (1933, XXII, 104) como sinónimo de mujer, en cuanto aparece en su relación al sexo masculino, en tanto en el mundo de lo sexual no hay uno sin otro, observa la diferencia entre lo femenino y la mujer, y se inclina a plantear, en relación a esta última, la diferencia de los sexos que se presenta en biológica, macho y hembra, primero desde una perspectiva anatómica que luego relativiza, ya que la embriología afirma, en su concepción, la perspectiva de una bisexualidad. Al no encontrar asidero para fundamentar aquello que constituye la masculinidad o la feminidad “que la anatomía no puede aprehender” intenta buscarlo en la psicología y en un intento de aclarar los aspectos psicológicos en que se implican las diferencias sexuales, dirá que el “ser humano, sea macho o hembra, se comportan en este punto masculina y en esto otro femeninamente”.  De esta manera despega lo masculino y lo femenino de la biología para psicológicamente afirmarlos en las actitudes conductuales, dejándonos el interrogante, ¿a qué responde una conducta?,¿Cuál es su contenido, social, individual? Sin embargo, al afirmar que no es posible dar ningún contenido a los conceptos de masculinidad y feminidad, descarta referir los mismos a las tendencias pasivas y activas, sin descartar las “normas” sociales que esfuerzan a la mujer hacia situaciones pasivas. Por fin, al afirmar que el psicoanálisis no pretende “describir que es la mujer” se dedicara a “indagar como deviene…la mujer a partir del niño de disposición bisexual”.

Hay en este primer abordaje una casi sinonimia entre hembra, mujer y feminidad. Y digo casi porque es claro que “sea macho o hembra” se corresponde con el ser de lo humano en lo universal de su disposición bisexual, mientras que lo masculino o femenino es en relación a algo puntual, particular, “comportamental”, “normativo”. Quizá desde esta perspectiva podríamos pensar que Freud al indagar “como deviene… la mujer a partir del niño de disposición bisexual” lo hace pensando en cómo deviene lo particular a partir de lo universal de la disposición bisexual. En este sentido hay una consideración de que lo universal ya contiene lo particular y sexo sería entonces esa diferencia que hace que de lo universal del ser humano devenga lo particular como diferencia, sexual. Diferencia, sexual que, como toda diferencia, encuentra su soporte en un rasgo, particular, en tanto como cada uno “se comporta”. Para esto partirá no solo de lo universal de la bisexualidad sino también de lo universal de “la fase fálica °” que hace que “toda diferencia...retroceda ante las concordancias”. Así formula:” los dos sexos parecen recorrer de igual modo las primeras fases del desarrollo libidinal” hasta enfrentarse en esa encrucijada que determinará su destino que será el complejo de castración.

° “el niño descubre la zona genital…durante el mamar con fruición…el paso siguiente en la fase fálica que así ha comenzado” será el de la castración. (XIX,270).

De esta forma, no es en lo que Freud llama la “ligazón-madre preedipica” que surge la diferencia niña/niño, sino que halla el “factor especifico” en la enajenación del objeto madre y que es donde “reside en el complejo de castración”. Momento en el cual el infants sufre la privación de su “quehacer placentero” dentro de la “fase fálica”, placer hacia el cual empero había sido orientado en esa fase por la ligazón-madre. Y en este punto se “escinde”, en el destino de la castración, el “devenir” de desestimación, bajo el influjo de la “angustia de castración”, y del de la “envidia del pene” que marcaran las diferencias en “el devenir” entre lo particular de lo masculino y lo femenino, a partir del universal de la bisexualidad. Es importante recordar que en este punto afirma: “La importancia de la envidia del pene es indudable. Acaso lo juzguen un ejemplo de injusticia masculina si asevero que envidia y celos desempeñan en la vida anímica de las mujeres un papel todavía mayor que en la de los varones. No es que en estos últimos se encuentren ausentes tales cualidades…”. O sea que en este “devenir” de las diferencias sexuales, bajo el influjo de la bisexualidad, la angustia de castración y la envidia del pene hacen al sujeto marcado por una la “escisión” en la que se juega su “devenir”. Las diferencias que en ese “devenir” han quedado oscurecidas bajo la “ligazón-madre preedipica” hacen que en esta “fase fálica no perturbada” no serían necesariamente solo las niñas las que habrían deseado un hijo, y esto es una experiencia en el análisis del juego los niños, cosa que nos enfrenta no solo con el deseo de madre sino también con el deseo de padre, problemática que deberíamos en algún momento aclarar: ¿Qué es el deseo de hijo?¿es un deseo preedipico?¿qué papel juega en ese deseo la fase fálica?

Si bien Freud no se lo plantea directamente, es interesante preguntarse qué es lo que hace que la madre prive al niño de su “quehacer placentero”, y si en esta situación, en que se introduce en el complejo de castración, no surge el padre en su posición “legal” que le otorga anticipadamente el complejo de Edipo. Cuestión que lleva a preguntarnos si no se trata de una subducción de las fases predipica y edípica, más que de un Edipo temprano. Poe eso podríamos preguntarnos ¿qué es lo que hace a la madre privadora del goce masturbatorio? ¿acaso ella no es ya el soporte de la ley que introduce lo “normativo” que se supone son las costumbres de la cultura que sostiene? Ya en esta situación vemos entonces, como a la ley que hace norma, la figura del símbolo de la castración en la privación, el falo de la madre, en tanto portadora esa ley. Es en esta relación del complejo de Edipo con el de castración, el que definirá el destino de las diferencias sexuales. Es en esta conjunción que Lacan indicara la relación entre el triángulo imaginario madre-niño-falo con el triángulo simbólico padre-madre-niño y sus categorías de privación, castración, frustración. Y aunque estas cuestiones no queden claras en Freud, si es una afirmación que lo que hará al niño-varón es el abandono del Edipo por la amenaza de castración, mientras que en la niña-   mujer “el complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo, por el influjo de la envidia al pene”. Y esto merece detenernos algunos detalles.

Pareciera que Freud se hubiera olvidado de “la organización sexual infantil” (1923, XIX, 141) o hubiera descartado la diferencia entre falo y pene, más allá que considere como central la fase fálica en su relación con la angustia de castración y la envidia al pene (la sexualidad femenina ,1931, XXI, 257). Sin embargo, el falo reaparece como falo (el fetichismo, XXI, 147) y esta vez no como pene.  De una manera muy clara Freud nos advierte “si ahora comunico que el fetiche es un sustito del pene, sin duda provocare desilusión…para decirlo con mayor claridad: el fetiche es un sustituto del falo de la mujer (la madre) …” y esto porque “el varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, a saber, que la mujer no posee pene”. Queda así un poco más clara la diferencia entre pene y falo. Si el falo está en el lugar del pene, lo es en tanto el pene ha sido rehusado, o desestimado, dirá un poco después, de la percepción de la falta del mismo en la mujer, madre. O sea, quien será varoncito se rehúsa a la falta del pene en el otro sexo y sostiene el falo, propio de la fase fálica, y quien devendrá mujer lo envidia, por no rehusarse a la percepción de lo que falta. O sea que se rehúsa la percepción de lo que falta y se sustituye por el falo, un símbolo de lo que falta, el pene, o se envidia lo que falta, el pene. Si la percepción de la falta es en relación a lo que le falta al otro, es la de la falta del otro de lo que se trata en la castración, ¿qué pasa con a la percepción en la envidia al pene?  Freud nos dice que “el complejo de castración de la niña se inicia con la visión de los genitales del otro sexo”, y “al punto nota la diferencia y – es preciso admitirlo- su significación…y cae presa de la envidia al pene”.  Pareciera que en el devenir niña no hubiera un registro de la castración de la madre, que esto solo pesara para el niño. Sin embargo, es la madre quien ejerce la privación en la renuncia al goce masturbatorio. Aquí se conjuga castración y renuncia al goce por medio del otro que es la madre. ¿quién es ese “otro sexo” para el niño/niña que no ha reconocido aun la diferencia del sexo?   Pareciera que ya en ese momento se produjera un desplazamiento de la madre al padre. O sea que la envidia seria al pene como desplazamiento del falo de la madre. Y esto es lo que la aleja de la madre. Pero entonces, ¿busca en el padre aquello que le envidia? Algo no anda en el argumento. Y sin embargo la envidia al pene es lo que la afirma en su complejo de masculinidad. 

No hay dudas que en la fase fálica no hay reconocimiento de la diferencia, sexual, y que la misma se instituye alrededor del C. de castración. Es cierto entonces que desestimación de la castración y envidia al pene son determinadas por esta, y quizá ponga en juego, en “la escisión del yo” las dos tendencias, del reconocimiento y de la desestimación de la castración. Si esto fuera así podríamos pensar a la desestimación de la castración correspondiendo al devenir masculino y el reconocimiento, causa de la envidia al pene, al devenir femenino; una reafirmación de la bisexualidad.  Otra dificultad es quien es el otro en relación a quien se va a poner en juego la percepción de la falta en la castración. Si la fase pre edípica en la que se desarrolla la fase fálica es la fase de la ligazón madre debería el complejo de castración poner fin a esta fase y al mismo tiempo conmover esta ligazón. Por lo tanto, el papel fundamental de este proceso recaería en el otro materno. El padre aparecería ante la decepción por la madre, ya sea por ser desestimada la castración o por la envidia al pene. En este punto coincidirían las respuestas ante la castración tomando dos formas: o no me importa porque tengo el falo o ya me crecerá. Este me crecerá sería el de una espera, de una expectativa de entrar en ciertas relaciones de sustitución simbólica que Freud expresa en la ecuación pene-hijo. Si amor se había dirigido a la madre fálica, durante la fase fálica, tanto quien devendrá niño o niña, durante el periodo preedipico de ligazón –madre, está bajo la misma configuración de predominio del falo de la madre. Y si hablamos de madre fálica, como a la poseedora del órgano universal, es porque no hablamos de la madre con pene, ya que este sería un particular, en tanto hay quienes lo tienen y quiénes no. 

El sepulta miento del complejo de Edipo. La mascarada.

Si bien El sepultamente del Complejo de Edipo es escrito en 1924, podríamos decir que es resignificado en 1931 y 1933, e incluso “más allá”, en las Nuevas conferencias del 33, enigmáticamente, “no solo reprimido, sino destruido dentro del Ello” (XXII, 85). Sin embargo, ya sea sepultado, reprimido o destruido tendrá un final, quizá tan incierto como el “Análisis, terminable e interminable”. Que el Edipo típico Freud lo refiera en el 24 al “niño varón” (XIX,33) o escrito de otra forma “niño(varón)” (XIX, 182) no hace sino anticipar que todo sujeto “entra” en el Edipo dentro de la fase fálica como niño, en tanto la teoría infantil de la universalidad del pene/falo. Y por otro lado en su “salida” se reafirma una “bisexualidad” en un Edipo completo en sus aspectos tanto negativos como positivo, resultado de lo cual la identificación-padre retendrá el objeto madre y el objeto-padre la identificación madre y viceversa. (°) Estoy habituándome a concebir el acto sexual como un acontecimiento en el que intervienen cuatro individuos (carta 113)

Sin embargo, esta bisexualidad tendrá diferentes destinos según se realice en la desestimación de la castración o la envidia al pene. Cuando Freud considera que “mientras el complejo de Edipo del varoncito se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por este” (XIX, 275). Plantea una situación paradojal:  hay entrada sin salida o salida sin entrada. Sin embargo, también podríamos pensar que se entra como mujer y se sale como varón. O sea que la salida “típica” es la de varón en una identificación secundaria al padre y que la entrada “típica” es la de mujer por un desplazamiento del falo en la envidia del pene. Se “entra” como mujer en tanto hay que dar cuenta de “ser” castrado y añorar el falo en la envidia al pene, y se sale como varón en tanto la identificación al padre se constituye como metáfora del falo.  En este sentido la posición de la mujer se realiza en ese deslizamiento metonímico del falo perdido al pene, con la esperanza de recibir el hijo. Y es por estas diferentes relaciones al falo que Lacan dirá que el deseo del hombre es más apretado y el de la mujer más laxo. Otra manera de decir que el Superyó en una mujer es más laxo.

De esta forma, la asunción de la masculinidad o a feminidad coinciden, en el sepultamiento del Edipo en la identificación al padre como ideal, aunque sus destinos se diferenciaran en tanto varón o mujer.

En su clásico trabajo Joan Riviere “La feminidad como mascara comenta; “a diario encontramos hombres y mujeres que, aunque presente un rasgo mayoritariamente heterosexual manifiestan abiertamente rasgos del otro sexo” y “que son el resultado de una interacción de conflictos y no necesariamente la prueba de una tendencia innata”; “las mujeres que aspiran a la masculinidad pueden adoptar la máscara de la feminidad para evitar la angustia”.  En este trabajo se concluye que la mascarada es el resultado de la angustia desplegada a partir de la identificación al padre en función de una actividad, que debe ser tramitada como búsqueda de reconocimiento como mujer, en una entrega seductora al amor del varón. Esta mascara de la feminidad esconde entonces esta identificación al padre, que si bien no se aclara pareciera, resultar defensiva en el conflicto de rivalidad con este. La mujer al hacer lo que hace el padre no lo es, en cambio el varón por ser como es el padre no podrá hacer lo que hace este. La mujer se constituye en objeto del deseo en la mascarada del amor siendo lo que no es, el falo, mientras que el varón se afirma siendo el que da lo que no tiene, el falo, en tanto ambos se encuentran atravesados por la castración.

Esta paradoja, por la que al Edipo se entra y se sale por la angustia de castración, que Freud ubicara la diferencia de los sexos. Dirá que el C. de Edipo del varoncito se va al fundamento por la angustia de castración mientras que la niña entra al Edipo por la angustia de castración. Se entra al Edipo como mujer en tanto hay que dar cuenta de “ser” castrado y añorar el falo en la envidia al pene, y se sale como varón en tanto la identificación al padre se constituye como metáfora del falo.  Y es por estas diferentes relaciones al falo que Lacan dirá que el deseo del hombre es más apretado y el de la mujer más laxo (Lacan, seminario La angustia). Otra manera de decir que el Superyo en una mujer es más laxo. 

El amor, y la Joven Homosexual.

En este trabajo Freud plantea la paradójica situación de una mujer que ama como hombre a una mujer en la que se “topo” con un objeto que al mismo tiempo ofrecía satisfacción de la parte de su libido heterosexual todavía apegada al hermano” (XVIII, 153).Retoma así una perspectiva anunciada en introducción al narcicismo (1914) por la cual consideraba un “tipo” de amor masculino, activo, caracterizado por la entrega en el amar y un “tipo” de amor femenino, pasivo, caracterizado por el dejarse amar.  Ahora, en 1920, complejiza estos “tipo” que al distinguir “los caracteres sexuales somáticos del carácter sexual psíquico y del tipo de elección de objeto. Esta forma de diferenciar la anatomía de del hombre de la mujer como hermafroditismo físico del carácter sexual psíquico, como actitud masculina o femenina en las formas de amar, dejan lugar al de la elección de objeto que se confunde, en la fijeza con el carácter somático.  O sea, es necesario diferenciar la elección de objeto del carácter somático, o sea de los rasgos identificatorios que hacen al tipo, masculino-femenino, en el caso, las cualidades somáticas del tipo mujer, de la forma amor masculino, y de la relación del objeto en la que se encuentra “su libido heterosexual”, o sea cuando se topa en una mujer con el objeto que la mantiene apegada al hermano. Quizá, y en parte, en relación a ese momento en que “la comparación de los genitales de su hermano con los propios…le dejo una fuerte impresión” (XVIII, 148). Y si el objeto es objeto de comparación y no de rehusamiento, se constituye en función de la envidia al pene, como objeto en la mujer.

Feminismo.

sufijo ismo. La terminación -ismo es un sufijo de origen griego que significa doctrina, sistema, modo o partido. 

Mucho se ha escrito sobre el feminismo al que podríamos sencillamente llamar la doctrina de las mujeres que luchan por su no discriminación, y es tan antigua como en la historia de la humanidad la lucha por la no discriminación y la igualdad. Quizá en la época del desarrollo industrial capitalista ha tomado un fuerte impulso; habiendo sido la mujer arrojadas al campo del trabajo por las necesidades de incorporar una mayor mano de obra al mercado, originariamente sostenidos por los hombres, han tenido que luchar para igualarse en los derechos con los mismo. Por eso las mujeres, que se integraron al mercado de la sociedad industrial debieron desde su incorporación luchar, como cualquier trabajador, para no quedar relegadas del mismo. Y tras la lucha por el ingreso y las condiciones de trabajo (el 8 de marzo de 1857 movilización de mujeres textiles, NY y ley de 1844, Inglaterra) vino la de la lucha por los mismos derechos civiles ( Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino (NUWSS), creada en 1897 en Inglaterra). En 1910 en Copenhague durante el congreso de mujeres socialistas se proclama el Día internacional de la mujer trabajadora que luego tomo la denominación de Día internacional de la mujer hasta ser oficializado en 1975 por la ONU. Como es de notar el movimiento feminista es de larga data y siempre se ha asentado sobre la discriminación de la mujer. Quizá su fortaleza resida en la lucha de un sector social que busca su no discriminación en un contexto de universalidad que dificulta una discriminación radical, en tanto forman parte de cualquier grupo humano independientemente de religión, color y clase social. Por eso la lucha de la mujer por no ser discriminada puede ser más tolerada socialmente que algunas otras en la que las diferencias sociales, políticas o de grupos, pueden llegar a ser más difícilmente consentidas. Es este sentido el que se afirman reivindicaciones que parecerían ser específicas de la mujer como la de la libertad por el aborto, cuando en realidad vemos que son conmosionantes para amplios sectores sociales que se ven involucrados en la discriminación social del derecho a la maternidad como un acto de decisión individual más allá de preceptos morales o religiosos.

Por eso la amplitud del feminismo verde en el que no se diferencian hombres de mujeres y las polémicas por el uso de la “e” en la desinencia de la lengua española. En este sentido el feminismo trasciende de las llamados diferencias de género a la reivindicación por toda discriminación. Así lo indican grupos como Guerrilla Girls (USA) y Pussy Riot (Rusia). Sin embargo, lo imposible de la diferencia hombre mujer asentada en el complejo de Edipo tal cual lo formula Freud, no está dado por identidades de género, que responden a esas identificaciones que constituyen los tipos somáticos sino por ese destino de escisión que se constituye como o rehusamiento a la castración o envidia al pene.


Bibliografia
  • Alba, Enrique: Sexualidad y género. APdeBA 1996. 
  • Oliva, Eloisa: Eficaz estrategia del dialogo a la trinchera. Revista Ñ, 28/07/2018.
  • Freud, Sigmund: Obras completas, Amorrotu Ediciones. Las citas se indican por tomo y página.
  • Lacan, Jaques, Seminario “La angustia”, Paidós, Bs. As.



Descriptores: hombre- mujer- feminidad- feminismo
   
                                                             
Resumen

El trabajo pretende, desde la diferencia hombre-mujer, profundizar en el problema de la feminidad a partir de ubicar a esta, dentro del complejo de Edipo, en sus relaciones con la fase fálica y el complejo de castración, relacionándola con el falo y el lugar que ocupa la envidia del pene en este devenir de la diferenciación sexual. Y destacar, al feminismo, en la perspectiva de una política social de la feminidad como diferencia.