Hombre, mujer; feminidad, feminismo- Enrique Alba


TRABAJOS LIBRES


Hombre, mujer; feminidad, feminismo.
Freud, una perspectiva sobre la bisexualidad

Enrique Alba
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La feminidad.

Freud, si bien parece querer considerar en principio feminidad (1933, XXII, 104) como sinónimo de mujer, en cuanto aparece en su relación al sexo masculino, en tanto en el mundo de lo sexual no hay uno sin otro, observa la diferencia entre lo femenino y la mujer, y se inclina a plantear, en relación a esta última, la diferencia de los sexos que se presenta en biológica, macho y hembra, primero desde una perspectiva anatómica que luego relativiza, ya que la embriología afirma, en su concepción, la perspectiva de una bisexualidad. Al no encontrar asidero para fundamentar aquello que constituye la masculinidad o la feminidad “que la anatomía no puede aprehender” intenta buscarlo en la psicología y en un intento de aclarar los aspectos psicológicos en que se implican las diferencias sexuales, dirá que el “ser humano, sea macho o hembra, se comportan en este punto masculina y en esto otro femeninamente”.  De esta manera despega lo masculino y lo femenino de la biología para psicológicamente afirmarlos en las actitudes conductuales, dejándonos el interrogante, ¿a qué responde una conducta?,¿Cuál es su contenido, social, individual? Sin embargo, al afirmar que no es posible dar ningún contenido a los conceptos de masculinidad y feminidad, descarta referir los mismos a las tendencias pasivas y activas, sin descartar las “normas” sociales que esfuerzan a la mujer hacia situaciones pasivas. Por fin, al afirmar que el psicoanálisis no pretende “describir que es la mujer” se dedicara a “indagar como deviene…la mujer a partir del niño de disposición bisexual”.

Hay en este primer abordaje una casi sinonimia entre hembra, mujer y feminidad. Y digo casi porque es claro que “sea macho o hembra” se corresponde con el ser de lo humano en lo universal de su disposición bisexual, mientras que lo masculino o femenino es en relación a algo puntual, particular, “comportamental”, “normativo”. Quizá desde esta perspectiva podríamos pensar que Freud al indagar “como deviene… la mujer a partir del niño de disposición bisexual” lo hace pensando en cómo deviene lo particular a partir de lo universal de la disposición bisexual. En este sentido hay una consideración de que lo universal ya contiene lo particular y sexo sería entonces esa diferencia que hace que de lo universal del ser humano devenga lo particular como diferencia, sexual. Diferencia, sexual que, como toda diferencia, encuentra su soporte en un rasgo, particular, en tanto como cada uno “se comporta”. Para esto partirá no solo de lo universal de la bisexualidad sino también de lo universal de “la fase fálica °” que hace que “toda diferencia...retroceda ante las concordancias”. Así formula:” los dos sexos parecen recorrer de igual modo las primeras fases del desarrollo libidinal” hasta enfrentarse en esa encrucijada que determinará su destino que será el complejo de castración.

° “el niño descubre la zona genital…durante el mamar con fruición…el paso siguiente en la fase fálica que así ha comenzado” será el de la castración. (XIX,270).

De esta forma, no es en lo que Freud llama la “ligazón-madre preedipica” que surge la diferencia niña/niño, sino que halla el “factor especifico” en la enajenación del objeto madre y que es donde “reside en el complejo de castración”. Momento en el cual el infants sufre la privación de su “quehacer placentero” dentro de la “fase fálica”, placer hacia el cual empero había sido orientado en esa fase por la ligazón-madre. Y en este punto se “escinde”, en el destino de la castración, el “devenir” de desestimación, bajo el influjo de la “angustia de castración”, y del de la “envidia del pene” que marcaran las diferencias en “el devenir” entre lo particular de lo masculino y lo femenino, a partir del universal de la bisexualidad. Es importante recordar que en este punto afirma: “La importancia de la envidia del pene es indudable. Acaso lo juzguen un ejemplo de injusticia masculina si asevero que envidia y celos desempeñan en la vida anímica de las mujeres un papel todavía mayor que en la de los varones. No es que en estos últimos se encuentren ausentes tales cualidades…”. O sea que en este “devenir” de las diferencias sexuales, bajo el influjo de la bisexualidad, la angustia de castración y la envidia del pene hacen al sujeto marcado por una la “escisión” en la que se juega su “devenir”. Las diferencias que en ese “devenir” han quedado oscurecidas bajo la “ligazón-madre preedipica” hacen que en esta “fase fálica no perturbada” no serían necesariamente solo las niñas las que habrían deseado un hijo, y esto es una experiencia en el análisis del juego los niños, cosa que nos enfrenta no solo con el deseo de madre sino también con el deseo de padre, problemática que deberíamos en algún momento aclarar: ¿Qué es el deseo de hijo?¿es un deseo preedipico?¿qué papel juega en ese deseo la fase fálica?

Si bien Freud no se lo plantea directamente, es interesante preguntarse qué es lo que hace que la madre prive al niño de su “quehacer placentero”, y si en esta situación, en que se introduce en el complejo de castración, no surge el padre en su posición “legal” que le otorga anticipadamente el complejo de Edipo. Cuestión que lleva a preguntarnos si no se trata de una subducción de las fases predipica y edípica, más que de un Edipo temprano. Poe eso podríamos preguntarnos ¿qué es lo que hace a la madre privadora del goce masturbatorio? ¿acaso ella no es ya el soporte de la ley que introduce lo “normativo” que se supone son las costumbres de la cultura que sostiene? Ya en esta situación vemos entonces, como a la ley que hace norma, la figura del símbolo de la castración en la privación, el falo de la madre, en tanto portadora esa ley. Es en esta relación del complejo de Edipo con el de castración, el que definirá el destino de las diferencias sexuales. Es en esta conjunción que Lacan indicara la relación entre el triángulo imaginario madre-niño-falo con el triángulo simbólico padre-madre-niño y sus categorías de privación, castración, frustración. Y aunque estas cuestiones no queden claras en Freud, si es una afirmación que lo que hará al niño-varón es el abandono del Edipo por la amenaza de castración, mientras que en la niña-   mujer “el complejo de castración prepara al complejo de Edipo en vez de destruirlo, por el influjo de la envidia al pene”. Y esto merece detenernos algunos detalles.

Pareciera que Freud se hubiera olvidado de “la organización sexual infantil” (1923, XIX, 141) o hubiera descartado la diferencia entre falo y pene, más allá que considere como central la fase fálica en su relación con la angustia de castración y la envidia al pene (la sexualidad femenina ,1931, XXI, 257). Sin embargo, el falo reaparece como falo (el fetichismo, XXI, 147) y esta vez no como pene.  De una manera muy clara Freud nos advierte “si ahora comunico que el fetiche es un sustito del pene, sin duda provocare desilusión…para decirlo con mayor claridad: el fetiche es un sustituto del falo de la mujer (la madre) …” y esto porque “el varoncito rehusó darse por enterado de un hecho de su percepción, a saber, que la mujer no posee pene”. Queda así un poco más clara la diferencia entre pene y falo. Si el falo está en el lugar del pene, lo es en tanto el pene ha sido rehusado, o desestimado, dirá un poco después, de la percepción de la falta del mismo en la mujer, madre. O sea, quien será varoncito se rehúsa a la falta del pene en el otro sexo y sostiene el falo, propio de la fase fálica, y quien devendrá mujer lo envidia, por no rehusarse a la percepción de lo que falta. O sea que se rehúsa la percepción de lo que falta y se sustituye por el falo, un símbolo de lo que falta, el pene, o se envidia lo que falta, el pene. Si la percepción de la falta es en relación a lo que le falta al otro, es la de la falta del otro de lo que se trata en la castración, ¿qué pasa con a la percepción en la envidia al pene?  Freud nos dice que “el complejo de castración de la niña se inicia con la visión de los genitales del otro sexo”, y “al punto nota la diferencia y – es preciso admitirlo- su significación…y cae presa de la envidia al pene”.  Pareciera que en el devenir niña no hubiera un registro de la castración de la madre, que esto solo pesara para el niño. Sin embargo, es la madre quien ejerce la privación en la renuncia al goce masturbatorio. Aquí se conjuga castración y renuncia al goce por medio del otro que es la madre. ¿quién es ese “otro sexo” para el niño/niña que no ha reconocido aun la diferencia del sexo?   Pareciera que ya en ese momento se produjera un desplazamiento de la madre al padre. O sea que la envidia seria al pene como desplazamiento del falo de la madre. Y esto es lo que la aleja de la madre. Pero entonces, ¿busca en el padre aquello que le envidia? Algo no anda en el argumento. Y sin embargo la envidia al pene es lo que la afirma en su complejo de masculinidad. 

No hay dudas que en la fase fálica no hay reconocimiento de la diferencia, sexual, y que la misma se instituye alrededor del C. de castración. Es cierto entonces que desestimación de la castración y envidia al pene son determinadas por esta, y quizá ponga en juego, en “la escisión del yo” las dos tendencias, del reconocimiento y de la desestimación de la castración. Si esto fuera así podríamos pensar a la desestimación de la castración correspondiendo al devenir masculino y el reconocimiento, causa de la envidia al pene, al devenir femenino; una reafirmación de la bisexualidad.  Otra dificultad es quien es el otro en relación a quien se va a poner en juego la percepción de la falta en la castración. Si la fase pre edípica en la que se desarrolla la fase fálica es la fase de la ligazón madre debería el complejo de castración poner fin a esta fase y al mismo tiempo conmover esta ligazón. Por lo tanto, el papel fundamental de este proceso recaería en el otro materno. El padre aparecería ante la decepción por la madre, ya sea por ser desestimada la castración o por la envidia al pene. En este punto coincidirían las respuestas ante la castración tomando dos formas: o no me importa porque tengo el falo o ya me crecerá. Este me crecerá sería el de una espera, de una expectativa de entrar en ciertas relaciones de sustitución simbólica que Freud expresa en la ecuación pene-hijo. Si amor se había dirigido a la madre fálica, durante la fase fálica, tanto quien devendrá niño o niña, durante el periodo preedipico de ligazón –madre, está bajo la misma configuración de predominio del falo de la madre. Y si hablamos de madre fálica, como a la poseedora del órgano universal, es porque no hablamos de la madre con pene, ya que este sería un particular, en tanto hay quienes lo tienen y quiénes no. 

El sepulta miento del complejo de Edipo. La mascarada.

Si bien El sepultamente del Complejo de Edipo es escrito en 1924, podríamos decir que es resignificado en 1931 y 1933, e incluso “más allá”, en las Nuevas conferencias del 33, enigmáticamente, “no solo reprimido, sino destruido dentro del Ello” (XXII, 85). Sin embargo, ya sea sepultado, reprimido o destruido tendrá un final, quizá tan incierto como el “Análisis, terminable e interminable”. Que el Edipo típico Freud lo refiera en el 24 al “niño varón” (XIX,33) o escrito de otra forma “niño(varón)” (XIX, 182) no hace sino anticipar que todo sujeto “entra” en el Edipo dentro de la fase fálica como niño, en tanto la teoría infantil de la universalidad del pene/falo. Y por otro lado en su “salida” se reafirma una “bisexualidad” en un Edipo completo en sus aspectos tanto negativos como positivo, resultado de lo cual la identificación-padre retendrá el objeto madre y el objeto-padre la identificación madre y viceversa. (°) Estoy habituándome a concebir el acto sexual como un acontecimiento en el que intervienen cuatro individuos (carta 113)

Sin embargo, esta bisexualidad tendrá diferentes destinos según se realice en la desestimación de la castración o la envidia al pene. Cuando Freud considera que “mientras el complejo de Edipo del varoncito se va al fundamento debido al complejo de castración, el de la niña es posibilitado e introducido por este” (XIX, 275). Plantea una situación paradojal:  hay entrada sin salida o salida sin entrada. Sin embargo, también podríamos pensar que se entra como mujer y se sale como varón. O sea que la salida “típica” es la de varón en una identificación secundaria al padre y que la entrada “típica” es la de mujer por un desplazamiento del falo en la envidia del pene. Se “entra” como mujer en tanto hay que dar cuenta de “ser” castrado y añorar el falo en la envidia al pene, y se sale como varón en tanto la identificación al padre se constituye como metáfora del falo.  En este sentido la posición de la mujer se realiza en ese deslizamiento metonímico del falo perdido al pene, con la esperanza de recibir el hijo. Y es por estas diferentes relaciones al falo que Lacan dirá que el deseo del hombre es más apretado y el de la mujer más laxo. Otra manera de decir que el Superyó en una mujer es más laxo.

De esta forma, la asunción de la masculinidad o a feminidad coinciden, en el sepultamiento del Edipo en la identificación al padre como ideal, aunque sus destinos se diferenciaran en tanto varón o mujer.

En su clásico trabajo Joan Riviere “La feminidad como mascara comenta; “a diario encontramos hombres y mujeres que, aunque presente un rasgo mayoritariamente heterosexual manifiestan abiertamente rasgos del otro sexo” y “que son el resultado de una interacción de conflictos y no necesariamente la prueba de una tendencia innata”; “las mujeres que aspiran a la masculinidad pueden adoptar la máscara de la feminidad para evitar la angustia”.  En este trabajo se concluye que la mascarada es el resultado de la angustia desplegada a partir de la identificación al padre en función de una actividad, que debe ser tramitada como búsqueda de reconocimiento como mujer, en una entrega seductora al amor del varón. Esta mascara de la feminidad esconde entonces esta identificación al padre, que si bien no se aclara pareciera, resultar defensiva en el conflicto de rivalidad con este. La mujer al hacer lo que hace el padre no lo es, en cambio el varón por ser como es el padre no podrá hacer lo que hace este. La mujer se constituye en objeto del deseo en la mascarada del amor siendo lo que no es, el falo, mientras que el varón se afirma siendo el que da lo que no tiene, el falo, en tanto ambos se encuentran atravesados por la castración.

Esta paradoja, por la que al Edipo se entra y se sale por la angustia de castración, que Freud ubicara la diferencia de los sexos. Dirá que el C. de Edipo del varoncito se va al fundamento por la angustia de castración mientras que la niña entra al Edipo por la angustia de castración. Se entra al Edipo como mujer en tanto hay que dar cuenta de “ser” castrado y añorar el falo en la envidia al pene, y se sale como varón en tanto la identificación al padre se constituye como metáfora del falo.  Y es por estas diferentes relaciones al falo que Lacan dirá que el deseo del hombre es más apretado y el de la mujer más laxo (Lacan, seminario La angustia). Otra manera de decir que el Superyo en una mujer es más laxo. 

El amor, y la Joven Homosexual.

En este trabajo Freud plantea la paradójica situación de una mujer que ama como hombre a una mujer en la que se “topo” con un objeto que al mismo tiempo ofrecía satisfacción de la parte de su libido heterosexual todavía apegada al hermano” (XVIII, 153).Retoma así una perspectiva anunciada en introducción al narcicismo (1914) por la cual consideraba un “tipo” de amor masculino, activo, caracterizado por la entrega en el amar y un “tipo” de amor femenino, pasivo, caracterizado por el dejarse amar.  Ahora, en 1920, complejiza estos “tipo” que al distinguir “los caracteres sexuales somáticos del carácter sexual psíquico y del tipo de elección de objeto. Esta forma de diferenciar la anatomía de del hombre de la mujer como hermafroditismo físico del carácter sexual psíquico, como actitud masculina o femenina en las formas de amar, dejan lugar al de la elección de objeto que se confunde, en la fijeza con el carácter somático.  O sea, es necesario diferenciar la elección de objeto del carácter somático, o sea de los rasgos identificatorios que hacen al tipo, masculino-femenino, en el caso, las cualidades somáticas del tipo mujer, de la forma amor masculino, y de la relación del objeto en la que se encuentra “su libido heterosexual”, o sea cuando se topa en una mujer con el objeto que la mantiene apegada al hermano. Quizá, y en parte, en relación a ese momento en que “la comparación de los genitales de su hermano con los propios…le dejo una fuerte impresión” (XVIII, 148). Y si el objeto es objeto de comparación y no de rehusamiento, se constituye en función de la envidia al pene, como objeto en la mujer.

Feminismo.

sufijo ismo. La terminación -ismo es un sufijo de origen griego que significa doctrina, sistema, modo o partido. 

Mucho se ha escrito sobre el feminismo al que podríamos sencillamente llamar la doctrina de las mujeres que luchan por su no discriminación, y es tan antigua como en la historia de la humanidad la lucha por la no discriminación y la igualdad. Quizá en la época del desarrollo industrial capitalista ha tomado un fuerte impulso; habiendo sido la mujer arrojadas al campo del trabajo por las necesidades de incorporar una mayor mano de obra al mercado, originariamente sostenidos por los hombres, han tenido que luchar para igualarse en los derechos con los mismo. Por eso las mujeres, que se integraron al mercado de la sociedad industrial debieron desde su incorporación luchar, como cualquier trabajador, para no quedar relegadas del mismo. Y tras la lucha por el ingreso y las condiciones de trabajo (el 8 de marzo de 1857 movilización de mujeres textiles, NY y ley de 1844, Inglaterra) vino la de la lucha por los mismos derechos civiles ( Unión Nacional de Sociedades de Sufragio Femenino (NUWSS), creada en 1897 en Inglaterra). En 1910 en Copenhague durante el congreso de mujeres socialistas se proclama el Día internacional de la mujer trabajadora que luego tomo la denominación de Día internacional de la mujer hasta ser oficializado en 1975 por la ONU. Como es de notar el movimiento feminista es de larga data y siempre se ha asentado sobre la discriminación de la mujer. Quizá su fortaleza resida en la lucha de un sector social que busca su no discriminación en un contexto de universalidad que dificulta una discriminación radical, en tanto forman parte de cualquier grupo humano independientemente de religión, color y clase social. Por eso la lucha de la mujer por no ser discriminada puede ser más tolerada socialmente que algunas otras en la que las diferencias sociales, políticas o de grupos, pueden llegar a ser más difícilmente consentidas. Es este sentido el que se afirman reivindicaciones que parecerían ser específicas de la mujer como la de la libertad por el aborto, cuando en realidad vemos que son conmosionantes para amplios sectores sociales que se ven involucrados en la discriminación social del derecho a la maternidad como un acto de decisión individual más allá de preceptos morales o religiosos.

Por eso la amplitud del feminismo verde en el que no se diferencian hombres de mujeres y las polémicas por el uso de la “e” en la desinencia de la lengua española. En este sentido el feminismo trasciende de las llamados diferencias de género a la reivindicación por toda discriminación. Así lo indican grupos como Guerrilla Girls (USA) y Pussy Riot (Rusia). Sin embargo, lo imposible de la diferencia hombre mujer asentada en el complejo de Edipo tal cual lo formula Freud, no está dado por identidades de género, que responden a esas identificaciones que constituyen los tipos somáticos sino por ese destino de escisión que se constituye como o rehusamiento a la castración o envidia al pene.


Bibliografia
  • Alba, Enrique: Sexualidad y género. APdeBA 1996. 
  • Oliva, Eloisa: Eficaz estrategia del dialogo a la trinchera. Revista Ñ, 28/07/2018.
  • Freud, Sigmund: Obras completas, Amorrotu Ediciones. Las citas se indican por tomo y página.
  • Lacan, Jaques, Seminario “La angustia”, Paidós, Bs. As.



Descriptores: hombre- mujer- feminidad- feminismo
   
                                                             
Resumen

El trabajo pretende, desde la diferencia hombre-mujer, profundizar en el problema de la feminidad a partir de ubicar a esta, dentro del complejo de Edipo, en sus relaciones con la fase fálica y el complejo de castración, relacionándola con el falo y el lugar que ocupa la envidia del pene en este devenir de la diferenciación sexual. Y destacar, al feminismo, en la perspectiva de una política social de la feminidad como diferencia.


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