CONTRIBUCIONES
La segregación. El goce estructural “Del almor”
Elsa Labos
“Las palabras han matado a las
imágenes. El hecho es que las palabras no dicen nada. No hay palabras para la
experiencia más profunda. Cuanto más trato de explicarme a mí mismo, menos me
entiendo. Está claro que no todo es indecible con palabras; solo la verdad
viva.”
Eugéne Ionesco
“La lengua del Edén era como el
cristal translúcido. Palabras y objetos se engranaban perfectamente. Cada
nombre y cada frase constituían una ecuación estrictamente definida entre los
hechos y la percepción humana. Babel fue como una segunda caída. Nuestro
discurso se interpone entre la percepción y la verdad como un vidrio
polvoriento o un espejo deformado.
George Steiner
Ella es
el abismo del presente, el tiempo sin presente con el cual ninguna relación
tengo, Aquello hacia lo cual no puedo arrojarme, porque en ella yo no muero,
solo burlado del poder de morir, en ella muere se, No cesa ni acaba de morir.
Maurice Blanchot
Una cuestión acerca de Lo femenino.
Cabe la pregunta bajo que acepción
podríamos desarrolar nuestras ideas ya que el pronombre lo, implica una neutralidad que podría ser sumamente abarcativa.
Podríamos vincularlo a temas: lo sociales,
lo políticos, lo científico y aún con cierto esfuerzo, lo literarios.
En ese sentido ‘Lo’ puede
acompañar a un
adjetivo en género masculino o femenino.
De modo tal, que solo lo tomaré el
vértice que cierne los fundamentos estrictamente psicoanalíticos y que
conciernen a la estructura del inconsciente como tal.
Con este objetivo mencionaré algunas
citas de S.Freud y J.Lacan como referentes teóricos que a mi entender, ilustran
certeramente la problemática de este Simposio : “El fantasma de Don Juan de
allí que sea un fantasma femenino es el anhelo en la mujer de una imagen que
juega su función, función fantasmática; hay un hombre que lo tiene primero, lo
cual evidentemente, dada la experiencia, es un claro desconocimiento de la
realidad; pero todavía mucho más: él lo tiene siempre, no puede perderlo. Esto no
quiere decir nada más que lo que acabo de sostener: que no se pierde. El
miembro perdido de Osiris: tal es el objeto de la búsqueda y custodia de la
mujer.” “[…] El mito fundamental de la dialéctica sexual entre el hombre y la
mujer está acentuado aquí en grado suficiente por toda una tradición, y también
lo que la experiencia “psicológica” en el sentido que tiene la palabra en los
escritos de Paul Bourget, de la mujer, no nos dice que una mujer siempre piensa
que un hombre se pierde, que se extravía con otra mujer. Don Juan le asegura
que hay un hombre que no se pierde en ningún caso.”[1] “[…]
El goce de la mujer está en ella misma y no se junta con el Otro. Si así
recuerdo la función central, llámenla obstáculo, pero no es obstáculo, es lugar
de angustia, de la caducidad del órgano en tanto que ella encuentra de manera
diferente de cada lado lo que podemos llamar la insaciabilidad del deseo es
porque sólo a través de esta evocación vemos la necesidad de las
simbolizaciones que a ese propósito se manifiestan vertiente histérica o
vertiente obsesiva.”[2]
Estas
citas dan cuenta de lo J.Lacan lo da en llamar fuera del sexo. Toma por referencia el alma aristotélica, aquella
que vincula la problemática del amor y las afecciones del cuerpo. Aristóteles es quien se ocupa de las pasiones o emociones,
en el Libro I de su tratado Del alma. Hace un desarrollo que abarca
el cuestionamiento en torno de si hay algún acto o afección del alma que sea
exclusivo de ella. Sus apreciaciones se distinguen de las teorías más aceptadas
en su tiempo, aquellas que proponían dos definiciones contrarias acerca de las
emociones; para una, la de los físicos, las pasiones eran fenómenos corporales,
en tanto que, para la otra, la de los dialécticos, eran fenómenos dianoéticos o
“mentales”. Ambas concepciones le parecieron inadecuadas porque dan cuenta, de
una manera parcial de las emociones ya que la primera considera solamente
el principio material de las afecciones, en tanto que la
segunda atiende sólo a su principio formal.
Por
su parte Lacan, en el seminario 20, hace referencia en el mismo sentido al
relacionar el alma con el amor en estos términos: “El alma es un efecto de
amor,mientras el alma alme al alma,
el sexo aquí no cuenta. Se puede, entonces, cuestionar la existencia del alma,
y sería el término propio para preguntarse si no será un efecto de amor. En
efecto, mientras el alma alme al alma,
no hay sexo en el asunto. El sexo aquí no cuenta. La elaboración de la que
resulta es homosexual, como puede leerse claramente en la historia. Remite al
hombre.”[3]
Nombra
de este modo una ética de fuera del sexo
que en el caso particular de la histérica señala que ésta hace de hombre, por
tanto, también es homosexual o fuera de sexo.
Asimismo, cuando desarrolla la fórmula de la
sexuación en el hombre y la mujer, toma nuevamente este concepto y toma a La (tachada) mujer en referencia al goce
femenino excluido de lo simbólico.
Da cuenta con este planteo la incapacidad de
lo simbólico para representar el goce femenino y es esa imposibilidad, basada
en la falla de lo simbólico, la que marca inevitablemente una segregación
radical originaria de la estructura, poniendo de este modo en cuestionamiento
su existencia.
Sabemos la pregunta del sujeto acerca del
deseo del Otro es lo que lleva al sujeto a defenderse con su neurosis. El Otro
para él, existe, y con su mandato de muerte lo hace padecer, lo hace gozar. Ese
primer Otro es la palabra materna que subsume al hijo como falo, matando por
decirlo así, la emergencia de su deseo, de su existencia como sujeto. Marco con
ello un destino estructural inevitable en el devenir del sujeto, el de ser
tomado como objeto de sus padres, comprometiéndolo de este modo como sujeto.
Los avatares de la relación amorosa llevan la
impronta del goce perdido, de la falta original que Freud describe también en
la figura del asesinato del padre, del crimen primordial que marca al sujeto en
su falta y por efecto imprime en él la culpa de un goce imposible de ser
elaborado, pero que sin embarco busca afanosamente. La deuda simbólica que le viene del Otro, de
su ser para la muerte, el ser que esta inscripto en su historia generacional.
Lo imposible de la relación sexual, dirá
Lacan, lo fuera de sexo que lleva la impronta del goce femenino y que Lacan escribe
con la fórmula A(tachada). Este goce no se inscribe, se realiza en el consumo,
es lo que se llama la perversión generalizada, en este caso lo que se realiza
es el ser del goce, no del sujeto.
El goce que se inscribe, aquel que queda en
tanto resto de la operación subjetiva, deja al sujeto por fuera del goce pleno,
en virtud que ya esta modificado por el corte significante.
En una carta
de almor, Lacan hace referencia al maravilloso cuento de Maupassant donde
el protagonista utiliza el término de Horla
para nombrar a un ser extraño, que forma parte de lo cotidiano, pues lo sitúa
en la escena diaria más íntima del personaje, ya que el cuento está escrito en
forma de diario.
Podríamos decir, siguiendo a Freud que es el
nombre de lo siniestro. Lacan
especula con ello y dice: El fuera de
sexo, Fuera de acá, para
Maupassant, se trata de aquello íntimo y a la vez extraño diciendo: “sobre ese
hombre especuló el alma”.[4]
Lo
amenazante, para el personaje en cuestión pareciera ser el deseo de ese ser
extraño, su deseo de devoración. Hablamos de la angustia frente a ese
desconocimiento radical que es el deseo del Otro ¿qué soy para el otro?, qué
objeto he sido para ti. Si ya no soy ese objeto de tu deseo, entonces, ¿qué
soy?
Un pasaje de El horda:
2 de julio: “—¿Acaso vemos—me
respondió—la cienmilésima parte de lo que existe? Observe por ejemplo el
viento, que es la fuerza más poderosa de la naturaleza; el viento, que derriba
hombres y edificios, que arranca de cuajo los árboles y levanta montañas de
agua en el mar, que destruye los acantilados y que arroja contra ellos a las
grandes naves, el viento que mata, silba, gime y ruge, ¿acaso lo ha visto
alguna vez? ¿Acaso lo puede ver? Y sin embargo existe.”[…] 4 de julio: “Ah!
¿Quién podrá comprender mi abominable angustia? ¿Quién podrá comprender la
emoción de un hombre mentalmente sano, perfectamente despierto y en uso de
razón al contemplar espantado una botella que se ha vaciado mientras dormía? Y
así permanecí hasta el amanecer sin atreverme a volver a la cama.”
Indicamos cómo,
desde el acontecer literario, podemos ejemplificar un buen ejemplo del fuera de sexo, al que nos referimos
anteriormente, lo que implica decir que el cuerpo llegar a ser extraño al yo,
al sujeto, e incluso al hablanteser. Joyce es el otro caso que lo muestra. Más que una experiencia que confronta al sujeto con un vacío, una nada o
una falta, la angustia viene esencialmente a dar testimonio de una presencia,
la sensación de “algo” excesivo.
Lo éxtimo es el lugar donde se aguarda, donde se cree
reconocer lo más íntimo. Hay, entonces, dos vertientes de lo éxtimo. Una es la
del significante, la del lenguaje que es éxtimo al sujeto porque se ubica en el
lugar del Otro, razón por la cual el discurso del sujeto es el discurso del
Otro. Y otra, la del objeto causa de deseo y angustia. La extimidad va a ser el
lugar de la causa para el que habla y el de la angustia como índice de lo real
del goce.
Lacan va a desarrollar el tema del
goce del Otro como fantasma neurótico, uno de los fantasmas neuróticos más
lamentables, más graves para las sociedades: buena parte del racismo, de las
guerras, de las luchas o encontronazos sociales tiene que ver con esa ilusión
neurótica de que, mientras uno no goza, el otro sí goza. Acá encontramos el
germen de la segregación y la violencia del racismo. La angustia está en relación con el agujero de la extimidad, el agujero
de la causa introducido por la lengua en el viviente. Ese agujero del que nada
se puede decir da cuenta del modo de satisfacción pulsional que agita al cuerpo
de cada ser parlante. Y esto es lo que al final de su enseñanza, Lacan
denominará con el término sinthome.
Agregando que el analista, en su práctica, ocupa por estructura el lugar del sinthome o de lo éxtimo para el que
habla. Y así, siempre se ama o se odia en el otro algo que tiene que ver con lo
éxtimo. De lo contrario, no hay amor ni odio.
Freud en Los dos destinos de las pulsiones, y también en Análisis terminable e interminable,
cuando piensa en el fin de análisis, postula que las pulsiones en análisis
pueden modificar su determinismo en aras de liberar su destino al promover
nuevos caminos en virtud de procesar la falta, la castración simbólica
freudiana.
Es
el caso que, como dice Colette Soler, del inconsciente que no hace destino o,
caso contrario, de aquel que marca el destino al fijar nuevas represiones que
indicarán su cometido fatal en tanto la repetición dominara su camino. Tal
destino dependerá de la fijación a los significantes del Otro, transmitidos generacionalmente.
El Otro, en tanto trans - generacional, transmitido por el deseo del Otro, el automaton, ese movimiento pulsional que
gobierna singularmente a cada sujeto.
Ahora bien, que esta indicando el fuera de sexo, el automaton, tal como mencione antes, en relación al planteo
elaborativo que, tanto Freud como Lacan, no dejan de insistir cuando piensan en
el destino del sujeto, o, en términos estructurales, el destino del
inconsciente reprimido.
Dra. Elsa Labos.
Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires.
[1] Lacan, Jacques, seminario 10, La angustia, clase 16 del 27 de marzo de
1963
[2] Ibid, seminario 10, clase 23 del 19 de junio de 1923
[3] Lacan, Jacques, seminario 20,pag 102
[4]Ibid, p.103
Maupassant, Guy, El horda, Horda es el nombre de un
globo aerostatico, en el cual Guy de Mauppassant realizo una ascensión en el
verano de 1888. Lacan, en la clase del 23 de enero de 1963 de su seminario “la
angustia” juega con la homofonía entre Horla y Hors la (fuera de allá).
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