CONTRIBUCIONES


LO FEMENINO: POTENCIAS DE DESCLASIFICACIÓN
Dr. Pablo Farneda


Escribir… ¿sobre lo femenino? ¿escribir desde lo femenino? Las escrituras sobre no pueden evitar a veces convertirse en escrituras que se posan sobre los cuerpos, en escrituras que sobre-codifican lo que nombran.

¿Puede un varón escribir sobre lo femenino? No dudamos de que se puede y se ha hecho, históricamente, como modo de posar sobre los cuerpos los discursos, los nombres, las verdades. Como un modo más de sobrecodificar, y de conquistar un territorio.

Escribir desde lo femenino… ¿puede un varón escribir desde lo femenino? No dudo tampoco de que sea posible: lo femenino puede ser una fuerza desde donde escribir y escribirse.

La escritura feminista (que no femenina, aunque muchas veces coincidan) ha reivindicado históricamente la utilización de la primera persona del singular en la escritura, como estrategia política y epistémica: enseñándole a los discursos dominantes que la escritura sólo puede ser situada, corporal, histórica y geográficamente. De la pretendida universalidad de las epistemes que hablan “sobre”, a la torsión escritural que pone en juego la singularidad de un cuerpo, esa ha sido y es una operación de deconstrucción en los discursos y saberes actuales que las epistemologías y teorías feministas han puesto en marcha.

Por eso la escritura feminista ha sido para mí una apuesta, una pregunta por las potencias de desclasificación en la escritura. ¿Qué estrategias somos capaces de poner en marcha para escribirnos otros cuerpos? ¿Qué fuerzas se desatan en las escrituras y cómo son moduladas? ¿De qué maneras la escritura puede amansar, domesticar esas fuerzas y cuáles son las líneas de fuga a esas domesticaciones? ¿Cuales son los vectores de fuerzas salvajes que nos sacan del territorio conocido de la feminidad y la masculinidad normalizada, enferma, neurotizada y agotada?

Me interesa por eso pensar lo femenino como potencia de desclasificación: como vector de fuerza capaz de desbaratar la normalidad que cristaliza y sedimenta en los cuerpos afectados por el binarismo constitutivo de los géneros. Éste no es otra cosa que una actualización más de los binarismos constitutivos de nuestra Episteme Colonial. Binarismo que traza una distinción en donde toda tercera posición queda excluida, imposibilitada de ser concebida, y en donde los términos de los binarismos se presentan siempre en una relación de jerarquías: Hombre/mujer, Blanco/negro, Hetero/homo, Humano/animal, Cultura/naturaleza, y podríamos seguir extensamente.

¿En qué sentido lo femenino acumula y despliega una potencia de desclasificación? Deleuze y Guattari han utilizado lo que llaman en Mil Mesetas (1980) el devenir-mujer que no es y no coincide con el ser mujer. El devenir-mujer implica la interrupción por el medio de la constitución antropo-falo-logocéntrica de cualquier cuerpo/subjetividad, que queda trastrocada cuando una fuerza en devenir la arrastra, por el medio, hacia territorios desconocidos o inexplorados. El devenir mujer no es ser mujer, ni imitarla, sino más bien alcanzar una zona de intensidad en la que, por momentos y en ciertas situaciones deje de importar lo que somos porque lo somos no coincide con lo que podemos. Suspender la identidad y la diferencia, para entrar en procesos de variación que nos permitan explorar otras potencias, otras estrategias, otras alianzas. Devenir-mujer, para Deleuze y Guattari, se encuentra directamente relacionado a nuestra capacidad para devenir revolucionarixs. Y como en los devenires no hay garantías, nada garantiza que los varones y las mujeres que somos encuentren su vector de devenir, su potencia para desclasificarse, su capacidad para crear una vida singular, aunque toda lo lógica del discurso mercadotécnico apunte a incorporar la “diferencia” como plusvalor de los objetos y las identidades de consumo.

Muchas lecturas feministas han puesto en crítica y en tela de juicio ciertas reapropiaciones idealizadas que Deleuze y Guattari operarían con su famoso concepto de devenir-mujer. Sin embargo, considero que la noción porta una singularidad política aún hoy radical, y que tal vez, más que ontológica y conceptual, es una radicalidad histórica: la posibilidad de que lo femenino irrumpa como potencia de desclasificación, se diversifique en los modos de devenir mujeres de muchas mujeres, en los modos de encarnar masculinidades no hegemónicas de muchos varones, cis, trans, afeminados, maricas, putos (omito aquí estratégicamente las correctas palabras de homosexual y gay, que repetidas veces cargan con una misoginia inscripta en los propios términos por las historia del androcentrismo, y que hace desaparecer cualquier rastro de femineidad de la experiencia de ser varones corridos de la norma hegemónica masculinista y androcéntrica).

El devenir-mujer como potencia desclasificación arrastra lo femenino y lo masculino en un devenir-más-allá: exactamente lo que el término trans significa: un devenir más allá del género como dispositivo de clasificación y normalización. Devenir más allá de las identidades postuladas como categorías ontológicas fijas. Devenir más allá de lo humano: por eso tal vez Deleuze y Guattari llaman a su meseta sobre los devenires: devenir-animal, devenir-imperceptible…

Lo femenino como fuerza, lo femenino como estrategia para desatar devenires…

Escribir… tal vez se trate siempre, para mí, de producir el paisaje en donde quepan muchos mundos, y muchos, muchos otros cuerpos.



Pablo Farneda 
Doctor en Teoría e Historia de las Artes. Docente de la Lic. en Comunicación Social (UBA), de la Lic. en Artes de la Escritura (UNA), de la LIc. en Artes Multimediales (Universidad Maimónides), del Seminario Procesos de Subjetivación de la Maestría en Psicología Vincular (Instituto Universitario del Hospital Italiano) y del Seminario Dislocaciones del Género en la misma Maestría. Becario Posdoctoral de CONICET. Contacto: pablofarneda@hotmail.com


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