TRABAJOS LIBRES
¿Qué mujeres? ¿Quiénes haciendo con quiénes?
Para ir terminando, otra vez, con la
ilusión del origen.
... la diferencia, lejos de ser origen
olvidado y recubierto, es esta
dispersión que somos y que hacemos.
M. Foucault.
Los
acontecimientos socioeconómicos actuales, como discurso epocal, marcan nuestra
subjetividad. Advertimos estos efectos en los conflictos y problemáticas de
nuestros pacientes. La lectura de las descripciones de A. Gesell-y aún los
dibujos que ilustraban el texto original - acerca de las conductas esperables
evolutivamente en un niño o adolescente despiertan una mirada sorprendida,
tierna y eventualmente compasiva, afín a la que reciben los padres de los hijos
adolescentes, de parte de éstos, cuando exponen sus criterios basados en
experiencias personales de esa época y aún posteriores. El concepto de obsolescencia,
que P. Gutton (1991) introduce en su análisis acerca de cómo los padres son
evaluados en esta etapa, resulta necesaria para reflexionar sobre la necesidad
de volver a considerar conclusiones que evidencian el carácter perecedero de
teorizaciones que parecían inamovibles. J. Puget habla de derribar estas
paredes conceptuales para ampliar los espacios en los que las problemáticas puedan,
otra vez, co-pensarse. Ai WeiWei comentaba, en una entrevista, que su gato era
más inteligente que los dirigentes del Partido, pues sabía abrir puertas, pero
no cerrarlas. Me gustaría presentar y sostener, en mi trabajo, una sabiduría
análoga.
La
cuestión del género, que se situaba con una ilusoria y naturalizada comodidad,
en el binarismo opositivo cultural masculino-femenino, está siendo interrogado
actualmente en lo social, en lo familiar y en el mundo interno de muchos
pacientes. Veremos cómo, en el material de pacientes adolescentes, se exploran,
como categorías no fijas diferencias sexuales no opositivas. Y advertimos
entonces que, desde el punto de vista emocional, la sexualidad genital humana
no se funda desde las inscripciones genéticas ni se origina a partir de
imposiciones culturales, sino que se va estableciendo, desde los vínculos, y
deviene por senderos inciertos. Entonces: ni determinación biológica ni
implantación exógena, construcción desde un entre productivo, Este irse
sexuando con otro (s) es un devenir coyuntural (en inmanencia) y singularizante
(F. Urman, 2018 a), por lo que se aleja de las propuestas estructuralistas,
atemporales y universales.
El
cuerpo, el nombre, un lugar en el sistema de parentesco, ciertos consumos y
preferencias que sugieren una ubicación socialmente clasificable, una actividad
laboral o profesional, suelen emplearse para ser reconocidos o como bases
garantizables y anticipables desde donde un sujeto se da a conocer. S. Freud,
en una ocasión, hablaba humorísticamente de los militares como el tipo de
individuos que tienen el currículum indicado sobre sus hombros. Pero esta
perspectiva estructural-identitaria, que, desde la lógica del Uno, reclama ser
la hegemónica y aspira a reinar “por defecto”, es ostensiblemente excedida por
ciertas realidades culturales y clínicas. Realidades que muestran lo ilusorio
de estas definiciones que, de un modo sólido, coherente, consistente y
completo, serían capaces de explicarlo todo o de llegar a realizar, en un
futuro no lejano, esa promesa. Realidades que invitan a explorar otra lógica
más abarcativa, la del Dos, capaz de incluir las diferencias, las otredades y
las complejas multiplicidades que pueden leerse en los vínculos y sus efectos.
La
vida sexual humana puede explorarse con ambas lógicas, por sus complejidades,
diversidades y múltiples perspectivas; de este modo se presenta en nuestra
clínica, con sus problemáticas y sus conflictos. Aquí, como línea de trabajo
reflexiva, me intereso por los aspectos novedosos que irrumpen cuando ciertos
hijos y sus padres son perturbados y conmovidos por la problemática del
transgénero. Con “transgénero” aludo a una reciente tipificación psicosocial
que produce una categoría inédita para dar cuenta de una autopercepción
particular del género, que no coincide con el sexo asignado al nacer, que se
plantea a partir de la infancia o de la adolescencia.
Los
padres, la sociedad y aún el hijo, procuran, por razones prácticas, por
necesidades inmediatas y deseos, una identidad y una pertenencia social
ilusoriamente inmutable que, por semejanza y complementariedad, les permita
sentirse integrando, incluidos, en una comunidad. De este modo el hijo ordena
sus vivencias, reduciendo lo inesperado, y lo novedoso queda controlado o
neutralizado. El yo se tranquiliza y reasegura con estas nuevas reglas de
intercambio y diálogo que, tras explicar lo confuso, promete una integración
armónica. Advierte, de este modo, la utilidad en familiarizarse con lo otro de
uno mismo (y del otro) que desconcierta, en asimilarlo (asemejarlo). Las
instituciones específicas instituidas (e instituyentes) proveen estadísticas
que respaldan y autorizan, y la sociedad produce figuras ficcionales en las que
todos puedan sentirse empáticamente reflejados y, a la vez, consumir un producto
que el mercado ofrece para calmar ansiedades.
Recordemos
también que estas realidades diferentes desacralizan impolíticamente el
binarismo masculino-femenino, exponen su incompletud y la presencia de lo
desconocido. Algo tiene que hacer, toda
la familia- cuya dinámica ha quedado afectada- con los desacuerdos que la
sexualización del hijo instala. Estas molestias, generadas desde el entre
vincular, pueden estimular aportes creativos que enriquezcan la subjetividad de
los sujetos vinculados.
Veamos
un material, que en una ocasión presentara una colega latinoamericana, acerca
de una adolescente que plantea el ir decidiendo sobre su cuerpo y sexualidad.
“Me
encontré, el primer día de clases, con grupos de chicos y chicas, que, como yo,
charlaban mientras esperábamos que sonara el timbre que anuncia el comienzo.
Mucha gente, incluso alumnos nuevos. Me di cuenta de que había un chico que me
gustaba y también una chica que me gustaba. Para mi sorpresa se acerca un chico
que no conocía, que había estado hablando con otros del grupo de primero, y
viendo mi ropa y peinado, y a pesar de ser una desconocida de segundo, me
encaró y preguntó: “¿Sos un chico o una chica? “. Yo le dije que me gustaba que
me vieran como un chico. Y agregó: “Pero ¿te gustan las chicas o los chicos?
“Le dije que no sabía.”
Esta
adolescente muestra cómo, con sus pares, va configurando el sentirse habitando
sus errancias, sus contactos, sus encuentros. Para ello necesita verse aceptada
y participar de un diálogo subjetivante, capaz de apartar prejuicios propios y
ajenos. Prejuicios alentados y exigidos culturalmente para ofrecer, desde una
individualización compulsiva, una imagen corporal “vendedora” y pronta a
“…ofrecer intervenciones correctivas para problemas técnicamente definidos” (P.
Sibilia,2010).
En
las situaciones analíticas me interesa ser interpelado como un compañero de
ruta, cercano y acercable. como un acompañante que “zafe” dispuesto a dejarse
llevar por un diálogo verbal, épico o lúdico. En ese navegar reflexivo, verme
situado como interlocutor. El atravesar crisis vitales e identitarias tipifican
al adolescente como etapa evolutiva. Tiene que convivir con momentos de
desconcierto y con los tiempos elaborativos necesarios para ir significando sus
experiencias. Esos sentimientos tienen que ser captados, reconocidos y
aceptados por el propio joven y por los otros sujetos con quienes se vincule.
En mi estilo de trabajo me siento dispuesto a reconocer que, como un modo de
empezar, el desconcierto es mutuo, como los interrogantes y enigmas que
aporta. Como ilustración de este camino conjunto que “se hace al andar”,
recuerdo un tramo de la primera entrevista que tuve con Lorena, una adolescente
mencionada en el trabajo citado (Urman, F.,2018 a), que presentaba una
problemática de género y síntomas neuróticos.
Terapeuta:
En cuanto al trato, para mí, si me tuteás, como hasta ahora, está bien. Y si te
sentís más cómoda diciéndome de “usted”, eso también está bien. Y aún si me
decís “doctor”, es distinto, pero lo voy a aceptar también. Y a vos, ¿cómo te
gustaría que te llame?
Paciente:
Por mí llamame como te vaya saliendo.
Esta
posibilidad de dialogar e irnos conociendo, desde otredades y ajenidades que
incomodan, sorprenden y estimulan, me parecía alentador en relación con la
labor que nos esperaba. Buscábamos
situar un ir siendo conocidos-reconocidos-desconocidos, presentados y
representados, situar algo que, finalmente, estaba destinado a ser construido,
inventado, en cada momento pues cada apropiación no puede ser sino conjetural e
incierta.
No
era el tema del tuteo la problemática más movilizante. Pues “…los usos del
lenguaje nos sitúan, en relación con el sustantivo, uno de los primeros
terrenos en los que la problemática de género tendría que ir siendo establecida
o debiera recibir una asignación. Siguiendo las significaciones que establecía
desde mis percepciones y preconceptos, la trataba a Lorena como del género
femenino.” (Urman, F. 2018 a). Luego, al modo de las expresiones del paciente, utilicé
un ambiguo “chabón”, y sólo hacia el final del breve tratamiento (quedó
interrumpido) me había aventurado a verlo como un adolescente. Es interesante
comparar mis tiempos de elaboración con los suyos. Me reveló, en su anteúltima
sesión, que, durante meses, mientras salió con X, que estaba en su misma
situación, se hacía llamar Axel, “un chabón que al ver su situación quería
transformar su género”, pero que ahora quería ser reconocido como Andy, “uno
que se asume directamente como hombre”. Es decir, más allá del sexo asignado,
se percibió como un ser andrógino en transición para luego tratar de afianzar
una propuesta masculina. Este relato no supone el cumplimiento de una serie
preconfigurada que ahora descubría en el análisis, sino una historia (mítica) construida
en la situación presente, que inventa, retrospectivamente, sus etapas previas.
Nos equivocamos si creemos que sólo Lorena, por su desconcierto y confusión,
ante lo inasible e inexplicable de su inestable situación sexual, está
conminada a tener que, en alguna dirección, resolverla. Todos nosotros, cada
vez que nos animamos a sorprendernos y conmovernos en contactos equivalentes,
tenemos que seguir haciendo, en esto, con otro(s). Para hacernos responsables
de nuestra singularidad.
La
ilustración clínica, en este texto, es muy acotada. No necesitamos que J.J.
Saer nos recuerde que las descripciones son interminables y que, como en los
análisis, en algún momento cesan por razones prácticas.
B.
Preciado reconoce que los lugares de género son planteados desde criterios
normativos y administrativos disciplinarios. Propone prescindir de los
controles del neoliberalismo y situar la sexualidad en acuerdos colectivos.
Las
acotadas posibilidades del lenguaje convencional quedan desbordadas por la
constelación de posibilidades sexuales que han proliferado y ya no da cuenta de
lo que acontece socialmente. Y expresa, a la vez, en su intento de dar “brillo
y esplendor” a la realidad nominada, la crisis de la tendencia al asemejar
desde una hegemonía patriarcal. El debate parlamentario muestra ineludiblemente
el poder de grupos oligárquicos. El discurso verbal y escrito testimonia qué
interrogantes pueden abrirse hacia algunos términos consensuados y consagrados,
ante la necesidad de alojar nuevos sentidos. Recientemente, el “todes” como
imposición de un sustantivo colectivo para incluir experiencias y percepciones
que no tienen palabras designadas. Como planteara recientemente J. Puget (2018),
como instrumento de comunicación, el lenguaje oscila entre la unificación y la
diversificación.
Esto
me lleva al tema de la incertidumbre. No en su sentido convencional, el que le
damos en nuestra “psicopatología de la vida cotidiana”, sino al alcance
conceptual que le da J. Puget. No tomarlo como un evento impredecible basado en
cierto grado de desconocimiento por falta de información o de datos o por no
contar con razones concluyentes, que impiden una conclusión verdadera y
completa. Careciendo de certeza una decisión debe tomarse en un clima de dudas
e inseguridad, y supone un riesgo. J. Puget (2014) habla de un principio de incertidumbre como un
principio regulador de la subjetivación vincular, basado en la lógica de los
sistemas complejos; nos lleva a hacer lugar a lo inesperado, a lo imprevisible,
a lo que acontece por azar alterando causaciones lineales y anticipables.
Es
lo que estimula la creatividad, pero es también fuente de temores. Como plantea
J. Puget, lo incierto crea personajes y situaciones para figurar lo amenazante
de una apertura que puede ser vivida como desapropiación siniestra, en tanto
amenaza identitaria. En algunas parejas ese otro amenazante se figura como el
amante, real o potencial, comprobable o imaginario (Urman, F. 2018 b). En
muchos adolescentes toma la forma de un cuerpo percibido como extraño o
enemigo, que debe ser controlado, transformado o apartado(exiliado). En ambas
situaciones se trata del qué hacer con las imposiciones que afectan las
elecciones del sujeto y del probar qué nuevos vínculos subjetivantes podrían
instituirse.
No
me interesa tanto militar por las expresiones como “sujetxs” sino en abrir
incógnitas, interrogar “x” hacia correntadas impredecibles.
Bibliografía
- Gutton, P. (1991) Lo puberal. Paidós, Buenos Aires, 1993.
- Puget, J. (2014). El principio de incertidumbre.Cap.4 de Subjetivación discontinua y psicoanálisis. Lugar, Buenos Aires,2015.
- Puget, J. (2018) Las diferencias babélicas. Presentado en el Departamento de Familia y Pareja, APDEBA, Buenos Aires, abril 2018.
- Sibilia, P. (2010). ¿Cómo ser un cuerpo contemporáneo? Cuadernos del inadi,2, Buenos Aires, 2010.
- Urman, F. (2018 a) Irse sexualizando en la adolescencia. Problemática de género: corte y confección.
- Urman, F. (2018 b) Infidelidades.
Descriptores: Adolescencia. Psicoanálisis de adolescentes. Situación analítica. Subjetivación.
Resumen
Lo
femenino, y la sexualidad humana en general, puede ser explorada desde la
lógica del Uno (estructural-identitaria) o desde la más abarcativa lógica del
Dos (acontecimental-situacional). Reflexiono sobre los aspectos novedosos que
aportan a la subjetivación la irrupción, desde los hijos, de una problemática
transgénero, que altera la dinámica familiar. Resalto la importancia del
diálogo a partir de los desacuerdos y las diferencias. Incluyo dos acotadas
viñetas clínicas.
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