¿Qué mujeres? ¿Quienes haciendo con quiénes? Para ir terminando, otra vez, con la ilusión del origen. - Federico Urman

TRABAJOS LIBRES


¿Qué mujeres? ¿Quiénes haciendo con quiénes?
Para ir terminando, otra vez, con la ilusión del origen.

Federico R. Urman
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... la diferencia, lejos de ser origen 
olvidado y recubierto, es esta
dispersión que somos y que hacemos.

M. Foucault.


                                              
Los acontecimientos socioeconómicos actuales, como discurso epocal, marcan nuestra subjetividad. Advertimos estos efectos en los conflictos y problemáticas de nuestros pacientes. La lectura de las descripciones de A. Gesell-y aún los dibujos que ilustraban el texto original - acerca de las conductas esperables evolutivamente en un niño o adolescente despiertan una mirada sorprendida, tierna y eventualmente compasiva, afín a la que reciben los padres de los hijos adolescentes, de parte de éstos, cuando exponen sus criterios basados en experiencias personales de esa época y aún posteriores. El concepto de obsolescencia, que P. Gutton (1991) introduce en su análisis acerca de cómo los padres son evaluados en esta etapa, resulta necesaria para reflexionar sobre la necesidad de volver a considerar conclusiones que evidencian el carácter perecedero de teorizaciones que parecían inamovibles. J. Puget habla de derribar estas paredes conceptuales para ampliar los espacios en los que las problemáticas puedan, otra vez, co-pensarse. Ai WeiWei comentaba, en una entrevista, que su gato era más inteligente que los dirigentes del Partido, pues sabía abrir puertas, pero no cerrarlas. Me gustaría presentar y sostener, en mi trabajo, una sabiduría análoga.

La cuestión del género, que se situaba con una ilusoria y naturalizada comodidad, en el binarismo opositivo cultural masculino-femenino, está siendo interrogado actualmente en lo social, en lo familiar y en el mundo interno de muchos pacientes. Veremos cómo, en el material de pacientes adolescentes, se exploran, como categorías no fijas diferencias sexuales no opositivas. Y advertimos entonces que, desde el punto de vista emocional, la sexualidad genital humana no se funda desde las inscripciones genéticas ni se origina a partir de imposiciones culturales, sino que se va estableciendo, desde los vínculos, y deviene por senderos inciertos. Entonces: ni determinación biológica ni implantación exógena, construcción desde un entre productivo, Este irse sexuando con otro (s) es un devenir coyuntural (en inmanencia) y singularizante (F. Urman, 2018 a), por lo que se aleja de las propuestas estructuralistas, atemporales y universales.

El cuerpo, el nombre, un lugar en el sistema de parentesco, ciertos consumos y preferencias que sugieren una ubicación socialmente clasificable, una actividad laboral o profesional, suelen emplearse para ser reconocidos o como bases garantizables y anticipables desde donde un sujeto se da a conocer. S. Freud, en una ocasión, hablaba humorísticamente de los militares como el tipo de individuos que tienen el currículum indicado sobre sus hombros. Pero esta perspectiva estructural-identitaria, que, desde la lógica del Uno, reclama ser la hegemónica y aspira a reinar “por defecto”, es ostensiblemente excedida por ciertas realidades culturales y clínicas. Realidades que muestran lo ilusorio de estas definiciones que, de un modo sólido, coherente, consistente y completo, serían capaces de explicarlo todo o de llegar a realizar, en un futuro no lejano, esa promesa. Realidades que invitan a explorar otra lógica más abarcativa, la del Dos, capaz de incluir las diferencias, las otredades y las complejas multiplicidades que pueden leerse en los vínculos y sus efectos.

La vida sexual humana puede explorarse con ambas lógicas, por sus complejidades, diversidades y múltiples perspectivas; de este modo se presenta en nuestra clínica, con sus problemáticas y sus conflictos. Aquí, como línea de trabajo reflexiva, me intereso por los aspectos novedosos que irrumpen cuando ciertos hijos y sus padres son perturbados y conmovidos por la problemática del transgénero. Con “transgénero” aludo a una reciente tipificación psicosocial que produce una categoría inédita para dar cuenta de una autopercepción particular del género, que no coincide con el sexo asignado al nacer, que se plantea a partir de la infancia o de la adolescencia.

Los padres, la sociedad y aún el hijo, procuran, por razones prácticas, por necesidades inmediatas y deseos, una identidad y una pertenencia social ilusoriamente inmutable que, por semejanza y complementariedad, les permita sentirse integrando, incluidos, en una comunidad. De este modo el hijo ordena sus vivencias, reduciendo lo inesperado, y lo novedoso queda controlado o neutralizado. El yo se tranquiliza y reasegura con estas nuevas reglas de intercambio y diálogo que, tras explicar lo confuso, promete una integración armónica. Advierte, de este modo, la utilidad en familiarizarse con lo otro de uno mismo (y del otro) que desconcierta, en asimilarlo (asemejarlo). Las instituciones específicas instituidas (e instituyentes) proveen estadísticas que respaldan y autorizan, y la sociedad produce figuras ficcionales en las que todos puedan sentirse empáticamente reflejados y, a la vez, consumir un producto que el mercado ofrece para calmar ansiedades.

Recordemos también que estas realidades diferentes desacralizan impolíticamente el binarismo masculino-femenino, exponen su incompletud y la presencia de lo desconocido.  Algo tiene que hacer, toda la familia- cuya dinámica ha quedado afectada- con los desacuerdos que la sexualización del hijo instala. Estas molestias, generadas desde el entre vincular, pueden estimular aportes creativos que enriquezcan la subjetividad de los sujetos vinculados.

Veamos un material, que en una ocasión presentara una colega latinoamericana, acerca de una adolescente que plantea el ir decidiendo sobre su cuerpo y sexualidad.

“Me encontré, el primer día de clases, con grupos de chicos y chicas, que, como yo, charlaban mientras esperábamos que sonara el timbre que anuncia el comienzo. Mucha gente, incluso alumnos nuevos. Me di cuenta de que había un chico que me gustaba y también una chica que me gustaba. Para mi sorpresa se acerca un chico que no conocía, que había estado hablando con otros del grupo de primero, y viendo mi ropa y peinado, y a pesar de ser una desconocida de segundo, me encaró y preguntó: “¿Sos un chico o una chica? “. Yo le dije que me gustaba que me vieran como un chico. Y agregó: “Pero ¿te gustan las chicas o los chicos? “Le dije que no sabía.”

Esta adolescente muestra cómo, con sus pares, va configurando el sentirse habitando sus errancias, sus contactos, sus encuentros. Para ello necesita verse aceptada y participar de un diálogo subjetivante, capaz de apartar prejuicios propios y ajenos. Prejuicios alentados y exigidos culturalmente para ofrecer, desde una individualización compulsiva, una imagen corporal “vendedora” y pronta a “…ofrecer intervenciones correctivas para problemas técnicamente definidos” (P. Sibilia,2010).

En las situaciones analíticas me interesa ser interpelado como un compañero de ruta, cercano y acercable. como un acompañante que “zafe” dispuesto a dejarse llevar por un diálogo verbal, épico o lúdico. En ese navegar reflexivo, verme situado como interlocutor. El atravesar crisis vitales e identitarias tipifican al adolescente como etapa evolutiva. Tiene que convivir con momentos de desconcierto y con los tiempos elaborativos necesarios para ir significando sus experiencias. Esos sentimientos tienen que ser captados, reconocidos y aceptados por el propio joven y por los otros sujetos con quienes se vincule. En mi estilo de trabajo me siento dispuesto a reconocer que, como un modo de empezar, el desconcierto es mutuo, como los interrogantes y enigmas que aporta. Como ilustración de este camino conjunto que “se hace al andar”, recuerdo un tramo de la primera entrevista que tuve con Lorena, una adolescente mencionada en el trabajo citado (Urman, F.,2018 a), que presentaba una problemática de género y síntomas neuróticos.

Terapeuta: En cuanto al trato, para mí, si me tuteás, como hasta ahora, está bien. Y si te sentís más cómoda diciéndome de “usted”, eso también está bien. Y aún si me decís “doctor”, es distinto, pero lo voy a aceptar también. Y a vos, ¿cómo te gustaría que te llame? 

Paciente: Por mí llamame como te vaya saliendo.

Esta posibilidad de dialogar e irnos conociendo, desde otredades y ajenidades que incomodan, sorprenden y estimulan, me parecía alentador en relación con la labor que nos esperaba.  Buscábamos situar un ir siendo conocidos-reconocidos-desconocidos, presentados y representados, situar algo que, finalmente, estaba destinado a ser construido, inventado, en cada momento pues cada apropiación no puede ser sino conjetural e incierta.

No era el tema del tuteo la problemática más movilizante. Pues “…los usos del lenguaje nos sitúan, en relación con el sustantivo, uno de los primeros terrenos en los que la problemática de género tendría que ir siendo establecida o debiera recibir una asignación. Siguiendo las significaciones que establecía desde mis percepciones y preconceptos, la trataba a Lorena como del género femenino.” (Urman, F. 2018 a). Luego, al modo de las expresiones del paciente, utilicé un ambiguo “chabón”, y sólo hacia el final del breve tratamiento (quedó interrumpido) me había aventurado a verlo como un adolescente. Es interesante comparar mis tiempos de elaboración con los suyos. Me reveló, en su anteúltima sesión, que, durante meses, mientras salió con X, que estaba en su misma situación, se hacía llamar Axel, “un chabón que al ver su situación quería transformar su género”, pero que ahora quería ser reconocido como Andy, “uno que se asume directamente como hombre”. Es decir, más allá del sexo asignado, se percibió como un ser andrógino en transición para luego tratar de afianzar una propuesta masculina. Este relato no supone el cumplimiento de una serie preconfigurada que ahora descubría en el análisis, sino una historia (mítica) construida en la situación presente, que inventa, retrospectivamente, sus etapas previas. Nos equivocamos si creemos que sólo Lorena, por su desconcierto y confusión, ante lo inasible e inexplicable de su inestable situación sexual, está conminada a tener que, en alguna dirección, resolverla. Todos nosotros, cada vez que nos animamos a sorprendernos y conmovernos en contactos equivalentes, tenemos que seguir haciendo, en esto, con otro(s). Para hacernos responsables de nuestra singularidad.

La ilustración clínica, en este texto, es muy acotada. No necesitamos que J.J. Saer nos recuerde que las descripciones son interminables y que, como en los análisis, en algún momento cesan por razones prácticas.

B. Preciado reconoce que los lugares de género son planteados desde criterios normativos y administrativos disciplinarios. Propone prescindir de los controles del neoliberalismo y situar la sexualidad en acuerdos colectivos.

Las acotadas posibilidades del lenguaje convencional quedan desbordadas por la constelación de posibilidades sexuales que han proliferado y ya no da cuenta de lo que acontece socialmente. Y expresa, a la vez, en su intento de dar “brillo y esplendor” a la realidad nominada, la crisis de la tendencia al asemejar desde una hegemonía patriarcal. El debate parlamentario muestra ineludiblemente el poder de grupos oligárquicos. El discurso verbal y escrito testimonia qué interrogantes pueden abrirse hacia algunos términos consensuados y consagrados, ante la necesidad de alojar nuevos sentidos. Recientemente, el “todes” como imposición de un sustantivo colectivo para incluir experiencias y percepciones que no tienen palabras designadas. Como planteara recientemente J. Puget (2018), como instrumento de comunicación, el lenguaje oscila entre la unificación y la diversificación.

Esto me lleva al tema de la incertidumbre. No en su sentido convencional, el que le damos en nuestra “psicopatología de la vida cotidiana”, sino al alcance conceptual que le da J. Puget. No tomarlo como un evento impredecible basado en cierto grado de desconocimiento por falta de información o de datos o por no contar con razones concluyentes, que impiden una conclusión verdadera y completa. Careciendo de certeza una decisión debe tomarse en un clima de dudas e inseguridad, y supone un riesgo. J. Puget (2014) habla de un principio de incertidumbre como un principio regulador de la subjetivación vincular, basado en la lógica de los sistemas complejos; nos lleva a hacer lugar a lo inesperado, a lo imprevisible, a lo que acontece por azar alterando causaciones lineales y anticipables.

Es lo que estimula la creatividad, pero es también fuente de temores. Como plantea J. Puget, lo incierto crea personajes y situaciones para figurar lo amenazante de una apertura que puede ser vivida como desapropiación siniestra, en tanto amenaza identitaria. En algunas parejas ese otro amenazante se figura como el amante, real o potencial, comprobable o imaginario (Urman, F. 2018 b). En muchos adolescentes toma la forma de un cuerpo percibido como extraño o enemigo, que debe ser controlado, transformado o apartado(exiliado). En ambas situaciones se trata del qué hacer con las imposiciones que afectan las elecciones del sujeto y del probar qué nuevos vínculos subjetivantes podrían instituirse.

No me interesa tanto militar por las expresiones como “sujetxs” sino en abrir incógnitas, interrogar “x” hacia correntadas impredecibles.



Bibliografía

  • Gutton, P. (1991) Lo puberal. Paidós, Buenos Aires, 1993.
  • Puget, J. (2014). El principio de incertidumbre.Cap.4 de Subjetivación discontinua y psicoanálisis. Lugar, Buenos Aires,2015.
  • Puget, J. (2018) Las diferencias babélicas. Presentado en el Departamento de Familia y Pareja, APDEBA, Buenos Aires, abril 2018.
  • Sibilia, P. (2010). ¿Cómo ser un cuerpo contemporáneo? Cuadernos del inadi,2, Buenos Aires, 2010.
  • Urman, F. (2018 a) Irse sexualizando en la adolescencia. Problemática de género: corte y confección.
  • Urman, F. (2018 b) Infidelidades.



Descriptores: Adolescencia. Psicoanálisis de adolescentes. Situación analítica. Subjetivación. 



Resumen

Lo femenino, y la sexualidad humana en general, puede ser explorada desde la lógica del Uno (estructural-identitaria) o desde la más abarcativa lógica del Dos (acontecimental-situacional). Reflexiono sobre los aspectos novedosos que aportan a la subjetivación la irrupción, desde los hijos, de una problemática transgénero, que altera la dinámica familiar. Resalto la importancia del diálogo a partir de los desacuerdos y las diferencias. Incluyo dos acotadas viñetas clínicas.






                                         

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