TRABAJOS LIBRES
Mitologías
de lo femenino
Ogresas, caníbales y destructoras
Narrativas de la peligrosa
transformación femenina entre las poblaciones indígenas chaqueñas
La
mujer es un puente de unión entre los caníbales y los humanos
(Claude
Levi-Strauss, Palabra dada, 1984).
Introducción
El Gran Chaco es una región
que abarca parte de los actuales territorios de Argentina, Bolivia, Brasil y
Paraguay donde viven entre otros los grupos indígenas de la familia lingüística
guaycurú y la familia lingüística mataco-mataguayo. La primera familia
comprende a los abipones, mocovíes, mbayás (caduveos actuales), payaguás, tobas
y pilagás, mientras que la segunda comprende a los chorotes, makás, wichí y
nivaklé. Cada una de las familias presentaban similitudes lingüísticas entre sí,
mientras que todas ellas compartían ciertas características sociales como la
obtención de recursos a partir de la caza, la pesca y la recolección, junto a
una horticultura incipiente, la movilidad anual —que estaba representada en
ciclos de fisión y fusión—, la presencia de un sistema chamánico y brujeril,
así como una organización política dividida en bandas.
En las socio-cosmologías chaqueñas el
cosmos está dividido en regiones cosmológicas (en general, tres capas o
mundos), cada una de ellas habitadas por diversos tipos de seres, que pueden
ser humanos y no humanos que se relacionan mediante diversos tipos de
intercambio. Se trata de sociedades que moldean su mundo según una ontología animista, es decir, que hay una
extensión de la sociedad al mundo de la naturaleza y una continuidad entre los
humanos y los no-humanos (animales, plantas, muertos, astros, dueños de los
animales y las plantas, etc.). Son sociedades perspectivistas, de alteridad
constituyente, con corporalidades abiertas. Relacionado a esta corporalidad
abierta se encuentra la idea de “contagio” definido como el “proceso de
transmisión de las características formales o de comportamiento entre los nqui´i [espíritus]
de entidades humanos y no humanas en momentos específicos del ciclo vital”
(Tola, 2007-2008: 9). Este contagio puede dar paso a procesos de metamorfosis o
transformación donde el ser percibe un cambio circunscripto básicamente a la
apariencia del mismo o a procesos de cambio ontológico, es decir, una
alteración simultánea y radical de forma, de identidad y de subjetividad de una
entidad, asumiendo el carácter de definitivo e irreversible como sucede en el
caso de la muerte (Siffredi, 2012:28; Tola, 2007-2008).
Los relatos míticos que narran acontecimientos
situados en la época de los orígenes, constituyen los fundamentos de sentido de
la realidad y de la forma de vida actuales. Según Alejandra Siffredi (2012) tanto
el recitado de alguno de ellos como los sueños chamánicos centrados en ciertas
personalidades míticas, poseen la virtud de renovar la unión con aquella época,
sus seres y eventos. Este es el de los relatos de las mujeres caníbales de la
época de los “antiguos” (término usado para los antepasados por los indígenas
chaqueños) que sirven para explicar el por qué las mujeres menstruantes deben
seguir determinadas reglas.
Las mujeres “propias y
ajenas” pueden representar la otredad, un elemento con una potencia y un poder
que debe ser contenido de diversas maneras. De este control se derivan los
tabúes asociados a las mujeres durante determinados períodos del ciclo vital ya
que constituyen momentos peligrosos donde la contención social puede ser
desbordada. Para los qom, Arenas (2003: 198) indica que la niña menstruante “no
debe comer pescado, carnes diversas, nada que contenga grasa”. No puede
acercarse al agua, ni al monte y debe permanecer en su vivienda. Las
restricciones alimentarias y las prescripciones sobre las actividades
cotidianas se repetirán cada vez que la mujer menstrué, pero mientras que en la
primera menstruación la dieta prescriptiva debía extenderse durante dos meses,
posteriormente dura tres o cuatro días (Citro, 2008). Los tabúes alimenticios
abarcan tanto a las mujeres como a sus maridos (Arenas, 2003; Métraux, 1996). Estas
prescripciones, en los grupos chaqueños, están ligadas a relatos míticos uno de
ellos narra la posibilidad de que la mujer se convierta en una mujer caníbal e
insaciable que podía devorar la sociedad entera, mientras que otro relata que
una mujer menstruante es la culpable de que una serpiente (el arco iris)
destruya el mundo conocido. Si estas prohibiciones no se cumplen las
consecuencias pueden ser enfermedades, catástrofes e infortunios que recaen
tanto a nivel individual, familiar y comunal (Tola, 2008).
Nos detendremos en el primer
caso, si la mujer menstruante consume carne durante el período menstrual se
convierte en el personaje-estado de la mujer caníbal u ogresa. Entre los
mocovíes se llama Nesogoy, entre los qom se conoce como NsoGoe y entre los
chorote es Tséjmataki. Entre los mocovíes, Nesogoy era un personaje mítico que se convirtió en una ogresa temible. Esta mujer
estaba menstruando cuando acompañó a su marido al monte. Cuando encontraron un
nido de loros, el marido se subió a recoger los pichones que iba pasando a su
mujer. Esta sufrió un súbito ataque de hambre y se fue comiendo todos los
pichones y, cuando el esposo descendió del árbol, también se lo devoró a él.
Luego comenzó un raid predatorio hasta que cayó en un pozo trampa que la gente
había cavado para ella, la mataron y la quemaron, de sus cenizas nació un gran
jaguar (Terán, 1994; Colombres, 2012). Es una pequeña mujer caníbal del monte
asociada a la ruptura de la prohibición menstrual, que en los casos que las
mujeres transgreden las prescripciones “se les mete en el cuerpo” (Citro, 2008;
López, 2009). Entre los qom esta mujer devoradora, insaciable y caníbal es
NsoGoe (nsoxoi) asociada también al
jaguar. Para los chorote, Tséjmataki, la ogresa constituye el prototipo chorote
del canibalismo personificando la dimensión de lo terrorífico, inmanejable e
imprevisible del tiempo primordial (Siffredi, 2012). En efecto, ella actuó en
el tiempo primordial pero prosigue haciéndolo, entre otras formas, como un personaje-estado
que afecta a ciertos sujetos tras alguna infracción, implicando una
potencialidad constante. Al mismo tiempo, Tséjmataki perdura en la planta de
tabaco que surgió de las cenizas de su cadáver cuyo uso principal es chamánico
y, en menor medida, considerado alimenticio, paliativo del hambre en tiempos de
escasez (Siffredi, 2012)
NsoGoe
es representada como un “bicho” que se introducía en la mujer menstruante si
esta comía carne durante el período menstrual (Citro, 2008). Esta idea de
elementos que se introducen en las personas alude al concepto de enfermedad que
poseen los indígenas chaqueños donde las enfermedades ocurren por un agente, ya
sea un “dueño” que “castiga” por el no cumplimiento de un tabú o por el
accionar de un chamán o un brujo. Este proceso de enfermedad puede darse por la
intrusión de un elemento externo (NsoGoe como bicho) o por el de rapto del alma.
En este caso, el personaje mítico castiga a la mujer metiéndosele dentro y
provocando la transformación ontológica hasta que la convierte en caníbal. La
única forma de lograr que este proceso se detenga es con la intervención de un
chamán.
Las mujeres poseen
cualidades para lograr determinadas transformaciones (realizan la cerámica,
cocinan los alimentos) y para otorgar la vida y la muerte (antiguamente eran
las que decidían en los casos de abortos e infanticidio), por ese mismo motivo son
concebidas como seres fértiles, poderosos y peligrosos. Esto les otorga cierta
ambigüedad y, por lo tanto, como mencionamos anteriormente, es necesario
controlarlas en determinadas circunstancias (en especial, en los momentos de su
ciclo menstrual). Son más “propensas” que los hombres al cambio ontológico
porque están más cercanas a las transformaciones cíclicas (pierden sangre
mensualmente, su cuerpo cambia en el embarazo, les sale leche de sus mamas). Probablemente,
esto puede asociarse a que la sangre es uno de los “reservorios de la potencia”,
esta potencia que está libre durante la menstruación y que debe ser controlada,
los relatos míticos advierten sobre los peligros a los que están expuestas las
mujeres que desobedecen los tabúes alimenticios, como mencionamos anteriormente
se produce un cambio ontológico a partir del cual se volverían caníbales y
destruirían la sociedad misma (Idoyaga Molina, 1983).
Las mujeres por su condición
de seres ambiguos eran las encargadas de realizar determinados rituales relacionados
al contacto con la alteridad. Ellas eran las encargadas de incorporar las
cualidades del enemigo que se encontraban en los scalps (cabelleras) así como
eran las encomendadas de realizar gran parte de los ritos funerarios (atención
del moribundo, lamentaciones, cavar fosa funeraria, cambio de nombres). En el
caso de las celebraciones donde se danzaba con los scalps, además del intento
de obtener el poder del mismo, probablemente, se pretendía alejar los aspectos
negativos del enemigo muerto. De igual manera, se encargaban de mantener
alejado al difunto reciente, ya que su proximidad era peligrosa para los vivos
que entraban en contacto con él y, especialmente, para sus parientes. En las
sociedades chaqueñas, el muerto, al pasar a otro estado ontológico -Tola,
(2006: 163) comenta que el muerto pasa a “existir en un régimen de corporalidad
diferente en otro espacio del universo-, se convierte en un ser poderoso y, por
lo tanto, temible (Idoyaga Molina, 1983); los ancianos -.gracias al poder
acumulado en su vida- junto con los chamanes son los únicos que pueden tratar
con esos poderes con capacidad de enfermar y matar. En esos momentos rituales,
las mujeres de mayor edad con el cargo de “hechiceras” parecen haber ocupado un
lugar privilegiado en el trato con entidades poderosas no humanas. Las mujeres
jóvenes participaban de ciertos momentos rituales, pero debido a que era
posible que se produjera en ellas una transformación ontológica caníbal debían
permanecer fuera de ciertas esferas relacionadas con el contacto con la
otredad. En cambio, las ancianas tenían la capacidad de transformar y procesar
tanto los productos alimenticios como las capacidades de las entidades dotadas
de poder debido a que ellas mismas eran seres poderosos capaces de resistir el
contacto y el peligro que dicho contacto implica, debido a que el paso del
tiempo las dotaba de mayor poder y, por ende, presentando un peligro menor para
la sociedad.
En suma, las mujeres
constituían seres ambiguos, fértiles y poderosos que, en ciertas circunstancias
del ciclo vital, necesitaban ser domesticados ya que, si no se realizaba algún
tipo de control, podían llevar a la destrucción individual, familiar y social.
Ellas representaban la otredad, la alteridad –con características poderosas-
dentro de la propia sociedad, por eso, constituían un puente entre los enemigos
y los muertos, entidades peligrosas y fértiles. Las narrativas míticas ofrecen
el modelo y la explicación del cambio ontológico al que las mujeres pueden
conducirse si infringen los tabúes que encauzan su peligroso poder.
Bibliografía
- Arenas, P. 2003: Etnografía y alimentación entre los Toba-Nachilamole# ek y Wichí-Lhuku'tas del Chaco Central (Argentina). Buenos Aires, Edición del autor.
- Citro, S. 2008: Creando una mujer: ritual de iniciación femenina y matriz simbólica de los géneros entre los toba takshik. En S. Hirsch (coord.) Mujeres indígenas en la Argentina: Cuerpo, trabajo y poder, pp. 27-58. Buenos Aires, Editorial Biblos.
- Colombres, A. 2012. Seres mitológicos argentinos. Colihue, Buenos Aires.
- Idoyaga Molina, A. 1983. Muerte y funebria entre los Pilagá. Scripta Ethnologica VII: 33-45.
- Sifreddi, A. 2012. Memorias chorote. Gran Chaco Sudamericano. Editorial Académica Española, Berlín.
- Terán, B. 1994. Lo que cuentan los tobas. Ediciones del sol, Buenos Aires.
- Tola, F. 2008: Constitución del cuerpo femenino entre los toba (qom) del este formoseño. En S. Hirsch (coord.) Mujeres indígenas en la Argentina: Cuerpo, trabajo y poder. Buenos Aires, Editorial Biblos.
Descriptores: Mujeres - peligro - narrativas mítcas - indígenas chaqueños
Resumen
Las
mujeres, en algunas sociedades, constituyen una otredad dentro del propio
“nosotros”. Esta extrañeza queda plasmada en las narrativas que cuentan sobre
el riesgo que entrañan el género femenino. En las sociedades indígenas
chaqueñas esto puede relacionarse con ciertas características que comparten con
los seres poderosos, especialmente, la fertilidad, la ambigüedad y la
peligrosidad que implican. Por esta razón, existen una gran cantidad de
prácticas que regulan y controlan a las mujeres en determinadas instancias de
su ciclo vital con el fin de evitar un desbordamiento de sus capacidades que
las transformen y hagan peligrar a la sociedad misma. El objetivo de este
trabajo es discutir la construcción de peligrosidad de las mujeres a partir de
la narrativa mítica de tres sociedades indígenas chaqueñas (moqoit, qom y
chorote).
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