TRABAJOS LIBRES
La
incidencia de las relaciones de poder en la construcción de las subjetividades
femeninas y masculinas
Graciela Elena Flores
El análisis de un modo histórico de
subjetivación es inseparable de la indagación de las estrategias de poder que
en él intervienen. También es relevante el estudio de las resistencias frente a
estos dispositivos de poder en la producción de subjetividad.
La diferencia sexual y de género es una
vía privilegiada para el ejercicio de relaciones de dominación y violencia. De
este modo, se establecen valores, jerarquías e ideales que los discursos
sociales inducen y promueven, que es necesario deconstruir desde una mirada psicoanalítica
con perspectiva de género, para un análisis profundo de las masculinidades y
las femineidades.
El interés por la indagación de las
relaciones de poder entre mujeres y varones, implica considerar los valiosos
aportes de Foucault (1976) y Bourdieu (2000), con sus conceptualizaciones de
“dispositivos de poder”, así como de “violencia simbólica” y “dominación
masculina”, respectivamente.
Femenías (2013) sostiene que el
patriarcado en tanto que estructura, establece los marcos para una cierta forma
de violencia simbólica: la invisibilización histórica de las mujeres del ámbito
público y su confinamiento al privado.
La violencia simbólica aísla, segrega,
recluye, genera marginalidades, divide, condena y hasta aniquila o extermina,
de modo directo o indirecto. Todo sistema de dominación implica este tipo de
violencia, negando, invisibilizando, fragmentalizando o utilizando de modo arbitrario
el poder sobre otro/a. La creación de estereotipos de generalización que no dan
lugar a la manifestación de los caracteres individuales, puede entenderse como
una forma de esta modalidad de violencia simbólica.
La intersección entre psicoanálisis y
estudios de género permite analizar la relación entre deseo y poder, es decir
posibilita reflexionar sobre la dimensión política de la subjetividad en la
constitución del psiquismo.
Abordar las diferencias de género alude
a los dispositivos de poder por los cuales las diferencias biológicas han
justificado desigualdades sociales. En tal sentido, desarticula la idea de supuestas
esencias diferentes que instituyen las condiciones masculinas y femeninas en su
desigualdad de oportunidades. Ubica la discusión en la subordinación política,
económica, cultural, emocional-subjetiva y erótica del género femenino en
relación con el masculino.
De acuerdo a la perspectiva de Fernández
(1993) pueden señalarse dos maneras de naturalizar la discriminación entre los
géneros: a) es natural que las mujeres ocupen un lugar subordinado, ya que son
inferiores, b) en la actualidad, ya no existe la discriminación.
Los procesos de desigualación-discriminación-violencia
no son invisibles, sino que se han invisibilizado. Es decir los aspectos de la
subordinación de género se encuentran naturalizados, a través de un complejo
socio-histórico.
La autora considera que hasta la
actualidad, los discursos hegemónicos niegan la discriminación y las mujeres
suelen no tomar conciencia de su situación subordinada, aunque ésta se revele
en múltiples prácticas cotidianas.
Es relevante historizar y articular los
conceptos, en una operatoria inseparable de la deconstrucción de las categorías
desde donde se piensa la diferencia. Se deben diseñar abordajes complejos dado
que se hace patente el agotamiento de los enfoques unidisciplinarios.
El término subjetividad suele usarse de
modo poco preciso, a veces como sinónimo de sujeto, otras como de psíquico o
como subjetivo opuesto a objetivo. Es una noción teórica que implica la
revisión de aquellas narrativas que vuelven sinónimos psiquismo y subjetividad;
esta última sería interioridad en oposición a un mundo o realidad pensados como
exterioridad.
Freud planteaba que las condiciones para
la salud mental eran la capacidad de amar y trabajar. Se asume con Fernández
(2017) que salud es construcción de autonomía para las mujeres y deconstrucción
de poder para los varones.
La idea de autonomía es tomada como un
término político que implica la capacidad de las mujeres de instituir proyectos
propios y las acciones deliberadas para lograrlos, es decir subjetivarse como
sujetos capaces de discernir sus deseos, sus intereses y de elegir las mejores
acciones para concretar dichas elecciones.
Hay tres mitos que han organizado la
sujeción femenina en la modernidad: el de mujer=madre, el de la pasividad
erótica femenina y el del amor romántico. Estos mitos sociales ordenan,
legitiman y disciplinan los lugares de todos los actores de la desigualdad de
género. Este disciplinamiento social es realizado en conjunto con mitos
equivalentes en lo que respecta a los varones, que definen su identidad
masculina desde el éxito laboral-económico, un erotismo en clave fálica y una
extensa capacidad de constituirse en proveedores de las mujeres a su cargo. Es
decir, este “varón de la ilusión”, debe ser en realidad un triple proveedor: de
bienes económicos, eróticos y de sentido.
Es necesario considerar las diferencias
dentro de un mismo género en los modos de objetivación-subjetivación, tomando
en cuenta las clases sociales, etnias, comunidades religiosas, grupos etarios,
regiones, etc.
El modo de subjetivación es un
constructo conceptual que se refiere a la relación entre las formas de
representación que cada sociedad instituye para la conformación de sujetos
aptos para desplegarse en su interior y las maneras en las cuales cada sujeto
constituye su singularidad (Bleichmar, S., 2005).
En este sentido, los mandatos sociales
de género y las relaciones asimétricas de poder entre varones y mujeres,
generan condiciones de sometimiento y despojo, en el caso de las mujeres, que
establecen circulaciones libidinales y constitución del narcisismo específicas.
En otras palabras, formas de desarrollo de los afectos y deseos así como
modelos, a partir de los cuales los sujetos conforman su identidad y
autoestima.
Hablar de producción de subjetividades
femeninas y masculinas implica considerar cuáles son las propuestas
identificatorias genéricas de la sociedad y cómo el sujeto constituye su
singularidad. No es posible realizar este proceso por fuera de las propuestas
sociales. En este sentido, no hay constitución del psiquismo por fuera de la
producción de subjetividades.
La relación entre psicoanálisis y
estudios de género ha sido compleja y por momentos conflictiva, aunque en los
últimos años el entrecruzamiento teórico entre ambos, ha permitido un valioso
enriquecimiento en la comprensión de la construcción de las subjetividades
femeninas y masculinas.
Al incluir el género como una categoría
de análisis, ésta se constituye en una dimensión a tener en cuenta en distintas
investigaciones sobre la femineidad en general.
Los estudios de género ponen de relieve
las variaciones históricas y culturales sobre las categorías femenino y masculino,
haciendo visible que aquello significado como “natural” o “esencial” de cada
uno, es en realidad producto de la cultura.
Se considera que el psicoanálisis, por
su parte, aporta en tanto disciplina que da cuenta del campo del inconsciente,
las hipótesis teóricas que permiten comprender los procesos intrapsíquicos, por
los cuales el infante humano deviene sujeto psíquico y adquiere su identidad
sexuada.
El psicoanálisis con enfoque de género
enfatiza la formación de la subjetividad a partir de la respuesta particular
que cada sujeto produce a los mandatos de género, presentes en los ideales
transmitidos desde la cultura.
Desde esta perspectiva, la
interpretación tiende a sacar la temática de lo íntimo y considerar el ámbito
grupal y social, de manera que sea posible indagar el problema más allá de lo
intrapsíquico, teniendo en cuenta lo intersubjetivo y lo transubjetivo.
En acuerdo con Glocer (2015) se
considera que la tarea de deconstrucción de la obra freudiana implica pensar el
contexto sociocultural en que ésta fue escrita, lo que condujo inevitablemente
al autor, a elaborar ciertas construcciones teóricas y a determinadas
prácticas. En este marco, incide de manera relevante el modelo epistémico de la
Modernidad, que influye en la manera de concebir ciertos problemas, excluyendo
la posibilidad de plantearse otros. Esto no implica desconocer que Freud pudo
proponer conceptos como el de inconsciente, el de pulsión y el de
transferencia, que estaban más allá del pensamiento y las lógicas imperantes en
su época.
Hacer una lectura crítica no reverencial
ni dogmática de su obra permite reconocer que hay algunos conceptos, como
aquellos relativos a la diferencia sexual, al lugar de la mujer y lo femenino,
a las diversidades sexuales y de género, que se consideran presentan
limitaciones para la comprensión de los procesos de subjetivación sexuada, a
partir del complejo de Edipo.
El trabajo de deconstrucción de algunas
de estas tesis, que estuvieron condicionadas en sus orígenes por la sociedad
patriarcal en la que el autor se encontraba inmerso, posibilita una escucha
diferente de los malestares relacionados con la condición femenina y masculina,
así como el abordaje de nuevas configuraciones vinculares.
Si bien Freud considera que la
sexualidad femenina se presenta como un “enigma”, como un “continente oscuro”,
como “lo otro”, elabora conceptualizaciones que continúan vigentes, implícita o
explícitamente, entre los psicoanalistas hasta la actualidad.
Resulta imprescindible continuar
analizando críticamente el modelo propuesto por Freud, en el que el sexo
masculino consistía en lo típico, en la norma; a partir de la cual se
desarrollaba la otra parte, la sexualidad femenina que se fundaba en la falta,
en lo ausente. Estos esquemas binarios de pensamiento, propios del paradigma de
la simplicidad, tienen sus límites en la tendencia a cerrar el problema en
falsas opciones. Además, se sustentan por su lógica de polaridades en el
ejercicio de relaciones de poder. De este modo circulan enunciados que implican
saberes y poderes alrededor de la sexualidad, de los cuerpos y sus
significaciones, que aparecen luego como aspectos centrales indiscutibles de la
teoría psicoanalítica.
La segunda mitad del siglo XX ha puesto
en evidencia en Occidente complejos y variados procesos de transformación de
los lugares sociales de las mujeres. Sin embargo, la persistencia de
desigualdades salariales y la escasez de mujeres en puestos directivos, así
como también el incremento de la violación doméstica, las violaciones y abusos
diversos ponen en evidencia la permanencia de la discriminación de género, pese
a los avances de las mujeres tanto en lo público como en lo privado.
A partir de los años ’80 y ’90
comenzaron a realizarse estudios que analizan la condición masculina. Estos
permitieron poner en evidencia que en ellos operaría la otra versión del
discurso feminista. Además de la subordinación de la mujer a su rol de madre,
se advierte subordinación del varón a su rol de proveedor y la dolorosa pérdida
de la cotidianeidad con los hijos. La pasivización del erotismo de las mujeres
se contrapone a la exigencia y presión a la que está sometido el varón. Cumplir
con el rol asignado a los varones conlleva ciertos malestares específicos.
Los diferentes modos históricos de
subjetivación han sido y son elementos estratégicos en el disciplinamiento de
cada sociedad. Los soportes narrativos son el conjunto articulado de
significaciones imaginarias instituidas que inventan lo que “la mujer” es en
una época determinada (naturalismo, biologismo, esencialismo). El argumento
puede variar, pero se piensan las diferencias como esencias universales,
condiciones inherentes y fijas para cada sexo.
Fernández (2009) analiza la problemática
de la mujer actual, que se encuentra entre dos lógicas diferentes, la del
ámbito laboral y la del ámbito privado-familiar. La eficacia en cada uno de
estos mundos exige modos de subjetivación diferentes (habilidades prácticas,
grados de tolerancia a la frustración, formas diferentes de narcisización y
distintos modos de ensoñar el futuro, entre otras). Para comprender este dilema
es importante que el psicoanalista pueda posicionarse desde una escucha de
género, es decir, que pueda estar advertido, por ejemplo, de ciertas especificidades
en los modos de tránsito por lo público de mujeres en análisis.
Las transformaciones socio-históricas
del lugar de las mujeres han tenido efectos sobre el modo en que se entablan
las relaciones heterosexuales. Estas transformaciones que posibilitan
posicionamientos activos en algunas mujeres, darían cuenta de transiciones
desde un modo más clásico de ubicarse –estar pendientes del deseo de
reconocimiento- hacia posicionamientos de un mayor registro o reconocimiento de
sus propios deseos. Al mismo tiempo, indicarían la dificultad de muchos varones
para ubicarse como objeto causa de deseo de mujeres. Estamos en presencia de un
tránsito lento, difícil y costoso, pero también placentero, de posicionamientos
eróticos fijos y estereotipados –propios del modo en que la modernidad
instituyó la sexualidad- a posicionamientos más flexibles, donde hombres y
mujeres jugarían de modos más intercambiables y transitorios, los pares
activo-pasivo, sujeto-objeto, deseo-reconocimiento.
Rever los mandatos de género que algunos
varones han comenzado a registrar que los aprisionan, no pasa solamente por
redistribuir las responsabilidades económicas, familiares y/o de las tareas
domésticas, sino que implica iniciar un largo y complejo proceso de
reposicionamiento subjetivo y erótico.
Tajer (2009) en “Heridos corazones:
Vulnerabilidad coronaria en varones y mujeres”, sostiene que el impacto de los
cambios históricos y vinculares en los modos de subjetivación de ambos géneros,
se expresa en las modificaciones de las exigencias e ideales sociales a partir
de las que se conforma el psiquismo. Es decir, en las formas de desarrollo de
los afectos, los deseos y los modelos, a partir de los cuales los sujetos
constituyen su identidad y su autoestima.
La autora toma como ejes para el
análisis de los distintos modos de subjetivación de género: el despliegue
libidinal (pulsión hostil y erótica), la conformación del sistema de ideales,
la estructuración narcisista, las habilidades del yo y la representación del
propio cuerpo. Si bien parte de la clasificación propuesta por Meler (1995,
1997) en tradicional, transicional e innovador, ésta es complejizada y
enriquecida a partir del análisis de los elementos mencionados.
Inda en Varones: el género sobrevaluado
(1996) se pregunta qué quiere decir considerar lo masculino, cuando todos –o casi
todos- los textos importantes de la cultura occidental hablaban del “hombre”,
sin especificar género y mayoritariamente habían sido escritos por hombres. Si
el lenguaje es masculino y la ciencia androcéntrica, cómo poner en crisis el
eje a partir del cual el resto es significado, sin que todo resulte conmovido.
El hombre ha sido descripto como
guerrero, genio, estudioso, estadista, obrero, político o artista. Hablar del
hombre era o es describir a la humanidad toda, y con un carácter neutral, como
si la marca deseante o genérica no incidiera en sus descripciones “objetivas”.
A modo de conclusión. Los estudios del
género varón ubican al hombre en tanto tal, como construcción socio-histórica
ligada a un sexo determinado, en el mundo de lo público y en los territorios de
lo privado. Investigar la masculinidad como tema no es sólo un gesto teórico,
es también un desafío ético, toda vez que se entiende que las prescriptivas de
género, al distribuir lugares –habitualmente dicotómicos-, establecen
relaciones de poder. Tal como ocurrió con el feminismo y los estudios de la
mujer, encarar la masculinidad como síntoma, como efecto sobredeterminado y no
como causa pre-discursiva, supondrá el trabajo de elucidación critica de los
discursos, sus bases epistémicas y los disciplinamientos territoriales.
No se
trata sólo de la promoción de un hombre nuevo (más sensible, expresivo o menos
duro), sino del estudio de la “producción de hombres”, es decir, la tarea de
genealogizar el constructo “varón” como efecto sobredeterminado de la lengua,
de la cultura, de los sistemas de parentesco, de dominio y del sexismo,
incluido en la bipartición de mujeres y varones.
Bibliografía.
- Bleichmar, S. (2006). Paradojas de la sexualidad masculina. Buenos Aires: Paidós.
- Fernández, A. (2009). Las lógicas sexuales: amor, política y violencias. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
- Fernández, A. (2013). La diferencia desquiciada. Género y diversidades sexuales. Buenos Aires: Biblos.
- Femenías, M. (2013). Violencias cotidianas (en las vidas de las mujeres). Buenos Aires: Prohistoria Ediciones.
- Glocer Fiorini, L. (2015). La diferencia sexual en debate: cuerpos, deseos y ficciones. Buenos Aires: Lugar Editorial
Descriptores: Psicoanálisis - subjetividades masculinas y femeninas - relaciones de poder.
Resumen
Se intenta reflexionar sobre el aporte
de la articulación entre el psicoanálisis y las teorías de género en los modos
de subjetivación femeninos y masculinos.
Las significaciones otorgadas a mujeres
y a varones han respondido a ideales y a expectativas de los discursos
instituidos sobre la femineidad y la masculinidad. El binarismo que adjudica
cualidades fijas al hombre y la mujer está en conflicto con otra propuesta
fuerte del psicoanálisis que enfoca lo singular. Hay un imaginario que tiende a
congelar relaciones y a crear equivalencias fijas que se considera necesario
deconstruir.
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