Lo femenino: un goce más allá del falo. - Mariela Cubiló


TRABAJOS LIBRES



Lo femenino: un goce más allá del falo

Mariela Cubiló
           Ver formato PDF               
             
                      
                                           La donna è mobile


Freud reconsidera en un momento, sus ideas anteriores sobre los sexos, al decir que la anatomía no es suficiente para definir lo que hace a una mujer o a un hombre. Según él sólo hay libido masculina…pero…” qué quiere decir esto, sino que un campo nada deleznable queda ignorado. Este campo es el de todos los seres que asumen el estatuto de la mujer…” (Lacan, 1972-73). 

En la definición del diccionario, la palabra femenino, alude a un ser que está dotado de órganos para ser fecundado. Alusión a vacío donde podría ser desarrollada la hospitalidad, el acogimiento al Otro. Lo femenino no es un ente: “la mujer”. Según Levinas no hay separación entre lo Otro y lo femenino, pensados como sinónimos. Así mismo, lo femenino no es una modalidad de la hospitalidad sino la hospitalidad misma. No se reduce al género mujer. Levinas lo piensa como un modo de acogida al Otro, a la diferencia; y en ese sentido es ésta una forma de pensamiento tiene una dimensión ética. Cuando el primer encuentro con un objeto nos sorprende porque lo creemos nuevo o muy diferente de lo que conocíamos antes, …lo admiramos y nos asombramos ante él. Nos podemos abrir a las diferencias. Deleuze habla de la pasión ética de la diferencia. En este sentido, pareciera que la diferencia no sólo es inevitable, sino que es algo a proteger, a brindarle un espacio, como posibilidad de mayor apertura.  Y en esta diferencia, surge lo femenino como aquello capaz de habitar un vacío.

Dice Lacan que lo femenino es a-sexuado. “Lo” es neutro, no pertenece a ningún género en particular, aunque podría pertenecer a los dos. No se inscribe entonces en ninguna teoría de género..

Nada nos determina naturalmente en la orientación de los objetos de nuestra satisfacción sexual. Nada orienta naturalmente al hombre hacia la mujer y viceversa. La satisfacción de las pulsiones está marcada por una falta, imposible de resolver. “Si la posición del sexo difiere en cuanto al objeto, es, con toda la distancia que separa a la forma fetichista de la forma erotomaníaca del amor” (Lacan 1975)

Ahora bien, una de las formas en que se inscribe la diferencia es en los cuerpos. La mujer altera el mapa bilológico: (alterare-alter-otro), crea lo otro; hace aparecer la diferencia en su propio cuerpo. Pero no le es perceptible sino a través de un descubrimiento paulatino del mismo. Construcción de un vacío tejido a partir de sensaciones carnales, lejos de percepciones visuales. El hombre, atado a la experiencia de su propio cuerpo no sabe de diferencias. Freud al preguntarse “Qué quieren las mujeres, alude a ese enigma, ese “continente negro”.

En este sentido, lo femenino es lo extraño, lo Otro a lo que la mujer también tiene el trabajo de acoger, pues es lo Otro para ella misma. Es en este espacio vacío donde algo tiene posibilidades de desarrollo. Evoco acá el término que Lacan toma de la biología: vacuola, del latín vacío, sitio interdicto, lo más próximo, pero también lo más extraño, aquello que alimenta lo más íntimo y es al mismo tiempo lo más éxtimo.

Desde el punto de vista psicoanalítico, femenino y masculino suponen dos campos que no se restringen, como decía, a los parámetros que indica la anatomía, sino a la posición frente a la división subjetiva que es el ser hablante. Eso que los psicoanalistas llamamos: castración.

…” las partes en las que se inscriben los seres que hablan…son las únicas definiciones posibles de la parte llamada hombre y de la parte llamada mujer” … (Lacan, 1973)

Hay un campo donde los seres se inscriben como mujer. La parte mujer se relaciona con el significante de lo que al Otro le falta, no con el Otro, sino con un significante. Vale la pena recordar un artículo de Ricardo Estacolchic donde cuenta los avatares de un personaje de Italo Calvino: Agilulfo, el caballero inexistente. Agilulfo es una especie de héroe medieval cuya característica es que no tiene cuerpo. Bajo su brillante armadura no hay nada. La noche del encuentro con la Dama del castillo, recuerda y verbaliza una serie de citas poéticas y mitológicas. Cuando la Dama se acerca con tierna pasión, él se lanza a disertaciones sobre la pasión, que la conmueven hondamente. (Hacer el amor es hacer poesía dice Lacan) Ella, dulcemente acalorada cierra la puerta con llave y Agilulfo enciende el fuego recordando debates de sabios, referentes a si es preferible amarse en habitaciones frías o calientes. La dama apasionada por el amor lo lleva a avivar las brasas, comparando el fuego al calor de los sentimientos y los sentidos. Ella deja caer sus ropas y entonces el la despeina indicando la importancia del cabello suelto en la exaltación de los sentidos. A continuación, la peina y le fabrica un tocado fastuoso, alcanzándole un espejo en el que ella se ve más hermosa que nunca. Los amantes ascienden a la torre donde se solazan con la luna y más tarde, con los primeros rayos de sol. “Bellísima” es la respuesta de él, cuando ella pregunta cómo luce. ¡Es feliz! Arrobada les cuenta a sus doncellas que ha estado en el paraíso. ¡Y relata lo sublime de la noche con un “¡Oh, Agilulfo!” cuando le piden precisiones acerca de cómo es él. ¡Ella ha estado en plena relación con el Significante de la falta del Otro! La mujer goza con la voz y esas palabras dan vida a una mirada que se posa sobre ella, y que también la hace gozar. ¡Nunca fue tan dichosa!

En este relato podríamos pensar que, en cuanto a las formas de gozar, el goce de la mujer no está solamente relacionado a la función fálica, sino a Otro goce: goce suplementario. Así como el goce masculino es fundamentalmente fálico, del lado de la mujer, al goce Otro, no podemos adjudicarle un lugar, sino que abarca diferentes zonas del cuerpo, y otros goces, difíciles de nominar. Según Lacan, el goce fálico es lo que impide que el hombre goce del cuerpo de la mujer, pues de lo que goza es de su órgano. No se relaciona con el Otro en cuanto Otro. Del lado femenino, el goce está dividido: la mujer, haciendo semblante de aquello que causa al hombre, puede dirigirse, entrar en relación, con el Significante de lo que al Otro le falta. Esta falta o falla, es un agujero, una pérdida y ese objeto que se desprende –a- funciona en relación con esa pérdida. Es lo que permite armar el fantasma de goce. Sabemos que la pulsión no tiene un objeto predeterminado; es en la construcción de un fantasma que se incluirá lo perdido, creando así una suplencia de goce.

Entonces, una mujer por un lado hace semblante de objeto causa y en el contacto con el significante sin el Otro quedará abierta, en condiciones de "saber leer de otra manera". Es decir que aquí habrá lugar para la invención.

La bipartición freudiana, fálico/ castrado, deja a la mujer sin universal que la represente. No hay una representación del genital femenino. Hay El Hombre, luego hay mujeres, cada una, única en su singularidad.

A las mujeres no les falta nada, sino que el agujero es algo que hace a la estructura. Es más, el agujero en su estructura es lo que permite diversas articulaciones. No es que les falta algo para ser un Todo, ya que no hay Todo. El agujero en la mujer no se da a ser visto, es algo a descubrir y tiene su peso importante a modo de un esbozo de lo que preanuncia diversos movimientos de lo femenino.  Cuando Lacan se refiere a La mujer tachando el artículo La, por un lado marca un lugar que no tiene que estar vacío; por otro lado, funda un estatuto para la mujer que no es un universal, sino un una por una. Justamente por este no-toda, la mujer tiene un goce adicional, suplementario respecto al goce fálico.  

Con las mujeres entra en juego la diferencia sexual, la presencia del Otro radicalmente diferente: su cuerpo vivo rompe el “para todos lo mismo” y hace que el mundo patriarcal camine en otro sentido. Se rompe la ilusión de simetría entre los sexos. Surge la diferencia radical.  

Según Freud, en la mujer hay una incompletud en la resolución edípica, hay un resto que no se reabsorbe. Este mismo hecho abre en ella la posibilidad de una circulación, de un acceso a otra satisfacción, que, al hombre por estructura, le está inhabilitada por su límite con el falo. Es decir, esa falta, ese agujero, no es tanto una restricción sino una habilitación. En ese sentido la tarea de la mujer es ir mas allá de la lógica fálica. Lacan lo formula en términos del acceso a un goce suplementario para la mujer, un goce que escapa a la simbolización y que, en tanto tal, le abre el camino hacia otra dimensión. Miquel Bassols formula una hipótesis según la cual, la posición femenina sería la de la elipsis. Un pie en el falocentro y otro en un borde sin límite…Lo imagino como una bailarina que no abandona el falocentro pero que explora indefinidamente otros bordes, alteridades. recorriendo un agujero, un vacío que la atraviesa…que la lleva hacia lo extranjero interior; semejante a la tarea que desarrolla el analista. “Entre centro y ausencia.” (Lacan 1972) Se abre la puerta a Otro goce diferente del fálico, privilegio de las mujeres. Ese resto que no se reabsorbe del que hablaba Freud, implica, que hay en la mujer algo que queda por fuera de la ley de fálico/castrado, más allá de los significantes, no limitado por el falo. Esto es, un goce no atravesado por la castración.

Hace un tiempo, coordinando una actividad realizada en la institución tuve la oportunidad de encontrarme con escritos del psicoanalista francés Alain-Didier-Weill acerca de la música y más específicamente sobre “la nota azul”. Releyendo acerca de él una nota del músico Paz Mendieta, pensé que allí él habla de un goce especial, sin bordes, al estilo de lo que la parte femenina del ser que habla podría disfrutar, fuera de los límites del eje fálico/castrado. Transcribo alguna parte del artículo que reflejan aquello a lo que me refiero.

… la "nota azul” no es una tecla del piano, ni la cuerda de un instrumento, ni las cuerdas vocales, sino un punto que, por el tempo, o por la vulneración a las reglas de la armonía, hace escuchar algo nunca oído: lo inaudito (lo nunca oído) … no se puede medir ni comprender la naturaleza de ese "goce nostálgico” (jouissance), abismado en una nada poblada de música que exterioriza un perpetuo éxtasis, una eterna sublimación.

Para el psicoanálisis, ese vacío "pleno”, esa carencia atiborrada de "efectos” es un hallazgo en la estructura de nuestro ser que posiblemente en cierto momento perdió la noción de lo "real” para incorporar aquellas sensaciones de bienestar o de nostalgia. Ciertamente, cuando ya establecida nuestra condición de músicos -creadores o intérpretes-, y abocados en oficio "real” al universo melódico, armónico y rítmico, de pronto nace en nosotros la potente ilusión de alcanzar ese algo que dilucide y le confiera sentido a la frase que creamos o ejecutamos…aquello enigmático, dionisíaco, y aún más, musicalmente orgiástico: la "nota azul”. 

La "nota azul”, entendida como algo de naturaleza extraña e inasible, perfectamente ubicada en algún sitio de nuestro yo interno o de lo que inmediatamente nos rodea, si uno no la siente, o no se respira su insinuación, la mente, abstrayéndose con esfuerzo de todo el torrente de sonidos que la acompaña para poder dar con el mágico punto, suele, extrañamente, permanecer por breve tiempo in albis, un fenómeno recurrentemente comprobado por continuas investigaciones. Así, cuando el grueso de los oyentes estamos a la escucha de un vibrante blues, de una improvisación de jazz auténticamente inspirada, de una excelsa obra clásica, o de la primaria música de cinco notas, siempre nos sentiremos tocados por el hecho de que el encadenamiento de las notas por las que nos dejamos llevar nos conduce, sin duda posible, hacia un punto fijo, excitable, donde no es exagerado decir que es como el punto de explosión de los sentimientos, como un efecto de golpe adelantado al propio discurso musical que se está escuchando”. (Paz Mendieta 2014).

Cuando prevalece esta lógica de este otro goce, por sobre la prohibición, y se debilitan los significantes amo fundados en el orden del padre, el goce femenino queda amenazado por las pulsiones de muerte del superyó que empujan a un goce sin límite, mortífero. Por eso me resulta interesante la imagen de la bailarina. Con un pie en la firmeza de la ley y por otro lado una exploración de otro goce.

En relación con sus consecuencias sobre la feminidad, es como si encontráramos el “no” más debilitado y entonces, el riesgo de un sujeto, invadido por un goce sin control, que pierda amarre con el nudo del deseo capaz de rescatarlo de ese goce; alejándose más y más, hasta extraviarse, y perder lo más estrechamente vinculado a la posición femenina: el amor del deseo.

 “Hay algo que…sacude (secoue) a las mujeres o que las socorre (secourt)…Hay un goce de ella…del cual quizás nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe”. (Lacan, 1973)


Bibliografia

  • Bassols, M.: (2014): Lo femenino, entre centro y ausencia, Pcia de Buenos    Aires, grama Ediciones, (2017)
  • Estacolchic, R. (1991): Apuntes clínicos de un psicoanalista, Buenos Aires, Lugar Editorial S.A., (1994)
  • Lacan, J (1972): El Seminario. Libro 19. Buenos Aires. Paidós, 2012
  • Lacan, J (1973): El Seminario. Libro 20, Buenos Aires, Paidós, 2008
  • Mendieta Paz, Pablo (6-02-14).  La nota azul. Recuperado de http: // pagsiete.bo



Descriptores: femenino- goce- sexuación- fálico.


Resumen

El escrito es un intento de reflejar desde el punto de vista psicoanalítico, cómo femenino y masculino suponen dos campos que no se restringen a los parámetros que indica la anatomía, sino a la posición frente a la división subjetiva que es el ser hablante, subrayando lo que llamaríamos, el goce femenino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario