Lo femenino en la práctica clínica: ¿una clínica de la inconsistencia? - Myriam Caminos

TRABAJOS LIBRES




Lo femenino en la práctica clínica: ¿una clínica de la inconsistencia?

Myriam Ruth Caminos[1]
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Psicoanalizar, educar y gobernar. Tres tareas imposibles planteadas por Freud. El padre del psicoanálisis se encuentra también en problemas al considerar la sexualidad femenina. La mujer en sí misma constituiría en un todo un tabú “porque ella es diferente al varón, parece eternamente incomprensible y misteriosa, ajena y por eso hostil”[2]

Lo que sí es posible decir, para Freud, es que la salida del Complejo de Edipo femenino, intrincado e inacabado tiene tres destinos: la inhibición sexual, la alteración del carácter (complejo de masculinidad) o la feminidad asociada al deseo de un hijo, tributario del deseo del pene. Se complejiza más aún el asunto cuando, además del cambio de zona rectora, debe cambiar de objeto de amor, de la madre al padre. 

Tomada en algunas de las figuraciones de la cultura como encarnación de lo peligroso y desbordado (la bruja, la loca, la poseída, la puta) pareciera que sólo (y no toda) la mujer se cristaliza y encamina en la salida por el lado madre. En definitiva, se trata de una sexualidad sostenida en lo inconsistente, en lo que no es sólido, en lo que no cierra.

Estas son las ideas rectoras en los textos freudianos. Hijos de su época, estos escritos, portan las marcas de la sociedad patriarcal, donde la función sexual esperada en la mujer culta se anudaba a la maternidad. Desde esta lectura, el deseo femenino anida en sí mismo un deseo masculino ya que gira alrededor de tener o no tener el falo. 

Lacan en el Seminario 5 encuentra otra estrategia con relación al falo: para la mujer que no lo tiene la solución es serlo. La identificación es al falo en tanto significante del deseo. La mascarada es hacer semblante del falo, una solución que encubre la castración logrando ser el falo que causa el deseo del otro. Ubica en el lugar del tener a ser el falo y equipara el falo con el cuerpo.  La belleza adquiere valor fálico con la que palia su castración.

Pero ¿cómo podemos pensar lo femenino no definiéndolo en relación con lo masculino? Porque cuanto más lo femenino se nos presenta como feminidad fálica, cuanto más se intenta representar algo de esta feminidad del lado fálico más se nos escurre lo femenino.

Lacan retoma la pregunta acerca de la mujer, de esta búsqueda implacable que encierra el enigma de la histérica ¿qué es una mujer? Si las tres salidas freudianas para la mujer son por el lado masculino, están reguladas por el falo, el goce propio de la mujer se sustrae a la civilización que impone la ley del padre. Propone que es un goce del que no se puede decir nada, es repelente al significante…salvo del lado del hombre. No hay significante que la diga bien. No hay significante en el campo simbólico para decirla.  Si al varón lo representa el falo, no hay significante que represente a la mujer. Lo femenino se desubica como algo que está más allá y más acá, sin frontera, sin reciprocidad posible. Lo femenino tiene la virtud de lo neutro.

La mujer comparte el goce fálico, pero no todo, y no hay nada que limite la función fálica en la mujer.

Lo femenino desde Freud, es abordado como un intrincado tejido de conceptos que no se resuelven en ninguna síntesis unitaria. Constituye una incógnita que aloja valores opuestos y contradictorios, objeta el principio de identidad simple de la lógica aristotélica, Miquel Bassols (2017) dice: “es un continente negro, lugar inexplorado e inexplorable con los instrumentos cartográficos de la lógica fálica o edípica donde cada uno de los elementos se define con relación a otro, en una relación discreta y recíproca. En el continente negro de lo femenino no hay definición ni una identidad precisa de los elementos.  Es el lugar de un exilio interior de todo ser hablante.” [3] Así, es por el lenguaje que aparece la diferencia de géneros, lo femenino es neutro, es irrepresentable. La mujer se convierte en Otra para sí misma, a través del hombre, así como es Otra para él. Una alteridad radical que no se deja atrapar por las representaciones de los géneros, de las identificaciones, quedando fuera del orden del significante. Lo neutro, lo más singular lo que hay que buscar sabiendo que no vamos a encontrar.

En la clínica cotidiana podemos leer en clave fálica, desentramando lo edípico e ir siguiendo los hilos significantes que, posiblemente fueron tejiendo cada historia singular. Encontraremos la ecuación fálica: el niño como falo de la madre sea en el embarazo, en los hijos o en los nietos. También en muchos relatos claramente aparece el partenaire como subrogado del padre edípico y su contracara cuando la mujer se pone como madre de su pareja. Las identificaciones que se van fraguando como alteración del carácter, están al orden del día en la mujer fálica que orquesta la casa, la pareja, los hijos, el trabajo. Se agrega la posibilidad, cada vez más frecuente en la mujer, de la “degradación del objeto amoroso” y la separación de la corriente tierna de la sensual a la hora de estar con un hombre. El superyó femenino, más lábil, en los gritos y retos desbordados de aquella madre sobrepasada de exigencias. Todo eso, y más son los hilos de este tejido cotidiano de la vida de muchas mujeres.

Un tejido no sólo son los hilos entrelazados, si no también son los vacíos de la trama…

Lo femenino excede y no puede ser apresado solamente desde esa lectura. La clínica actual nos desafía a hacer otras lecturas, que suplementen, que se agreguen a este marco que tiene como punto central el significante fálico como pivote que ordena la sexuación del lado femenino y del lado masculino. Nuevos fenómenos y otros que no son nuevos nos convocan a bordear los vacíos de la trama.

Freud mismo no había cerrado el tema, como el análisis, se podría plantear como una tarea que no es terminable, si no interminable, infinita.  En “La feminidad” dice:

“Es todo lo que tenía para decirles acerca de la feminidad. Es por cierto incompleto y fragmentario, y no siempre suena grato. Pero no olviden que hemos descrito a la mujer sólo en la medida en que su ser está comandado por su función sexual. Este influjo es sin duda muy vasto, pero no perdemos de vista que la mujer individual ha de ser además un ser humano. Si ustedes quieren saber más acerca de la feminidad, inquieran a sus propias experiencias de vida, o diríjanse a los poetas, o aguarden hasta que la ciencia pueda darles una información más profunda y mejor entramada.” [4]

Leyendo desde hoy a Freud podemos escuchar que afirma que lo que dice no es todo, es “todo lo que tenía para decirles acerca de la feminidad”. No todo lo que puede decirse de lo femenino podría ser pensado desde la lógica fálica. No hay significante de lo femenino y cuando se lo trata de significar, desde la dicotomía fálico/castrado es “por cierto incompleto y fragmentario”.  Es consistente para hacer girar el goce alrededor del falo, pero es fragmentaria e incompleta para nombrar lo femenino, ese otro goce.

Aun así, y a pesar de muchos lectores, el maestro no abandona la tarea de esperar lo que no tiene certeza que vendrá, y apuesta a invitarnos: “Si ustedes quieren saber más acerca de la feminidad inquieran a sus propias experiencias de vida, o diríjanse a los poetas, o aguarden hasta que la ciencia pueda darles una información más profunda y mejor entramada.” [5] Tres salidas frente a esto que tiene que ver con el misterio y la ajenidad intentando hacer trama.

La primera: “inquieran sus propias experiencias” ¿experiencia acaso no es lo que se agota en el experimentar mismo? La experiencia no se repite, es única e inaprensible. Se puede contar luego, se puede significar, pero excede el significado.
La experiencia psicoanalítica siempre deja un resto, un ombligo. Tan inaprensible como lo femenino, cada experiencia es única, como lo femenino del ser hablante, tal vez lo más singular del mismo. Así el goce femenino excede la clasificación y sería el plus que se encuentra y desencuentra en el caso por caso.

La segunda salida: “diríjanse a los poetas”, tal vez el vacío que bordea el arte constituye otro modo de decir en el que podríamos escuchar que lo femenino se rodea, por ejemplo, cuando está como ausente, “me gusta cuando callas porque estas como ausente” dice Neruda; o cuando la música acompaña al movimiento im-pre-decible de una pluma al viento al decir del Duque de Mantua en Rigoletto…  Ausente de sí misma, im-pre-decible, in-decible para sí y para el otro. El arte, ¿una de las maneras de bordear lo inconsistente de lo humano?

La tercera salida “aguarden hasta que la ciencia pueda darles una información más profunda y mejor entramada” una apuesta a lo por-venir, ¿de una ilusión?

Lo femenino, eso femenino en cada ser que habla, lo neutro; lo enteramente Otro, diferencia irreductible a lo binario; lo interminable como el análisis.

Lugar de la ausencia que invita a esperar con atención flotante sin saber qué es lo que va a arribar y aun así esperar… Lo femenino, tan de nuestra época, más allá y más acá de cualquier época…


Bibliografía

  • Bassols, Miquel (2017), “Lo femenino, entre centro y ausencia”. Grama ediciones, Buenos Aires 2017
  • Freud, Sigmund. (1918-1917) “El tabú de la virginidad” (Contribuciones a una psicología del amor III) Obras Completas. Tomo XI. Amorrortu Editores.
  • Freud, Sigmund. (1933-1932) 33ª Conferencia “La feminidad” Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Obras Completas. Tomo XXII. Amorrortu Editores.
  • Freud, Sigmund, (1937) “Análisis terminable e interminable”. Obras Completas. Tomo XXIII. Amorrortu Editores.
  • Vidal, José Antonio (2003). “El Goce de /La Mujer”. Ediciones del Boulevard. Córdoba 2003



Descriptores: Feminidad - Fálico - Diferencia - Clínica


Resumen

Freud se encuentra en problemas al considerar la sexualidad femenina. Lo femenino es abordado como un intrincado tejido de conceptos que no se resuelven en ninguna síntesis unitaria. La salida del Complejo de Edipo femenino es inacabada en sus tres destinos: la inhibición sexual, la alteración del carácter (complejo de masculinidad) o la feminidad asociada al deseo de un hijo, tributario del deseo del pene. Se complejiza más aún el asunto cuando, además del cambio de zona rectora, debe cambiar de objeto de amor, de la madre al padre.

¿Cómo podemos pensar lo femenino no definiéndolo en relación con lo masculino? Porque cuanto más lo femenino se nos presenta como feminidad fálica, cuanto más se intenta representar algo de esta feminidad del lado fálico más se nos escurre lo femenino.

Lacan retoma la pregunta acerca de la mujer, a partir de la pregunta de la histérica ¿qué es una mujer? Si las tres salidas freudianas para la mujer son por el lado masculino, están reguladas por el falo, el goce propio de la mujer se sustrae a la ley del padre. Propone que es un goce del que no se puede decir nada, es repelente al significante, salvo del lado del hombre. No hay significante en el campo simbólico para decirla. Lo femenino se desubica como algo que está más allá y más acá, sin frontera, sin reciprocidad posible y tiene la virtud de lo neutro.

La clínica actual nos desafía a hacer lecturas que suplementen y se agreguen a este marco que tiene como punto central el significante fálico como pivote que ordena la sexuación del lado femenino y del lado masculino. Nuevos fenómenos y otros que no son nuevos nos convocan a bordear los vacíos de la trama.









[1] Universidad Nacional de San Luis. myriamrcaminos@gmail.com

[2]  Freud, Sigmund. (1918-1917) El tabú de la virginidad (Contribuciones a una psicología del amor III) Obras Completas. Tomo XI. Amorrortu Editores. Pág. 194. El resaltado es mío.

[3] Bassols, Miquel, Lo femenino, entre centro y ausencia. Pág. 35
[4] Freud, Sigmund. (1933-1932)   Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis 33ª Conferencia. La feminidad. Obras Completas. Tomo XXII. Amorrortu Editores. Pág. 125

[5] Op. Cit, Pág. 125


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